El país de mentira inventado por un niño o “la más prolongada y detallada ensoñación jamás impresa”

El país de mentira inventado por un niño o “la más prolongada y detallada ensoñación jamás impresa”
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Todos conocéis Islandia, hayáis estado allí o no (si no habéis estado, os la recomiendo encarecidamente: es otro mundo; y como brújula, el libro La isla secreta, de Xavier Moret). Sin embargo, hay otro país que no encontraréis en ningún mapa del mundo que también se llama Islandia, y nada tiene que ver con la Islandia que todos conocéis.

Esta Islandia de mentira fue ideada por un niño hace largo tiempo. Lo cual nos enseña dos cosas: la primera es que la imaginación nos puede permitir no solo viajar a lugares remotos sino construirlos como queramos. La segunda: que las cosas interesantes del mundo residen por igual tanto en ciudades, montañas o lagos como en los cerebros de otras personas. Por eso el buen viajero no se limita a pisar sitios lejanos sino también a interactuar con las personas que allí viven.

Pero volvamos a esta Islandia inventada y al niño que la concibió. El niño nació en Cambridge, Massachusetts, y se llama Austin Tappan Wright. En 1931, mientras atravesaba Estados Unidos en coche, murió en un accidente de tráfico. Pero nos dejó a todos un pequeño proyecto en el que llevaba trabajando la mayor parte de sus 48 años. Una remota nación imaginaria del hemisferio sur llamada Islandia, donde había vivido inmerso como si fuera el País de Nunca Jamás.

Islandia es un reino pequeñísimo situado en el extremo sur del subcontinente de Karain, aislado del resto del mundo por la infranqueable estepa de Sobo y cientos de kilómetros de océanos insondables. ¿Recordáis los mapas de la Tierra Media de Tolkien? Pues lo que había concebido Wirght era cien mil veces más complejo y detallista. Tanto que podría pasar por un lugar real.

Porque Wright inventó la nación y la geografía de Islandia, pero también su población, su historia, su lengua, su cultura… y hasta el más mínimo aspecto de la vida islandesa, desde el licor de pasas de sarka hasta las velas protegidas del viento por papel encerado que iluminaban las calles de la capital. En total, Wright había escrito todos estos detalles en letra minúscula en nada menos que 2.300 páginas.

Al morir, su viuda, Margot, aprendió mecanografía y transcribió todo el testo de Islandia. La hija mayor de Wright, Sylvia, arregló algunas cosas, suprimiendo unas 200.000 palabras del manuscrito, y consiguió que una editorial lo sacara al mercado. El éxito de Islandia, publicado en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, fue un éxito rotundo.

Tal y como explica Ken Jennings en Un mapa en la cabeza:

Sin duda los lectores habían visitado antes lugares fantásticos durante viajes fugaces al País de las Maravillas, Lilliput o el infierno de Dante, pero pasar 1.013 páginas entre las gentes sencillas y pacíficas de Islandia y su mundo cuidadosamente construido, era equivalente a unas auténticas vacaciones, especialmente en una época en que los viajes reales al extranjero estaba descartados a causa de la guerra. Los críticos trataban de encontrar las palabras adecuadas para describir esta nueva forma de abordar la ficción. Time la definió como “tal vez la más prolongada y detallada ensoñación jamás impresa…, un trampantojo a gran escala”. En la guarda de la primera edición había mapas de Islandia cuidadosamente dibujados, sin duda una parte muy importante de la ilusión.

Otro caso parecido es el de otro niño, Benjamin Salman, un alumno de cuarto curso de Seattle, que actualmente está confeccionando una Guía Thomas de un lugar imaginario, con cientos de calles, parques y establecimientos inexistentes meticulosamente expuestos y etiquetados. Este lugar es Alambia, en realidad una versión modificada del continente real de Australia.

Las calles de Augusta, una de las ciudades más grandes de Alambia, están dibujadas a mano con una precisión que asusta. Como si hubiera estado allí. Y quizá, quién sabe, ha estado.

Fotos | Wikipedia | Wikipedia En Diario del Viajero | La niña que más sabe de geografía del mundo tiene menos de dos años

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