La experiencia de ingresar a Europa sin pasaporte comunitario

La experiencia de ingresar a Europa sin pasaporte comunitario
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Soy argentina y vivo en la Argentina. Descendiente de italianos y españoles, pero solo con pasaporte argentino. Una argentina, que vive en la Argentina, con pasaporte argentino, que un día decidió conocer Europa.

Un viaje que había soñado desde hacía mucho tiempo y que fue planeado con mucho detalle. Una obra de ingeniería en la que combinamos vuelos, trenes, destinos y visitas. Pero había algo que nos preocupaba: la llegada.

Increíblemente poco tiempo antes de partir, los medios de mi país comenzaron a dar a conocer casos de compatriotas que en el aeropuerto se les denegaba la entrada. A eso le sumaba los comentarios de la gente que, al enterarse de mi viaje, me contaba de algún conocido que también había tenido inconvenientes.

Por mi parte contaba con la tranquilidad de cumplir con todos los requisitos y condiciones exigidas: pasaporte en vigor, documento justificativo de la existencia de lugar de hospedaje, acreditación de medios económicos y pasaje de regreso. Claro que, pese a todo, toda la “información” recibida me dejaba algo nerviosa…

Así fue que durante la segunda mitad de junio partimos desde el Aeropuerto Internacional de Ezeiza rumbo a Madrid. Nuestro primer destino. Durante el vuelo revisé una y mil veces la carpeta que, dividida en distintos apartados, contaba con: el recorrido, reservas de los diferentes hoteles, tickets de aviones y de trenes, seguro médico y documentación personal. Además, miré la cartera, para comprobar (casi por vez número 50) que llevaba las tarjetas de crédito y débito.

Y finalmente arribamos. Una hermosa mañana de junio a la capital española. Los letreros en el aeropuerto me indicaron dónde debía realizar la fila por no poseer pasaporte comunitario. Mucha gente se reunió allí y el murmullo, los papeles y documentos comenzaban a asomar.

A medida que se acercaba mi turno podía apreciar cuánto se tardaban con cada viajero y divisar los rostros de los agentes migratorios. Algunos lucían simpáticos y, otros, demasiado serios. Ese fue el momento en el que recordé a todos aquellos que me contaban que “no está fácil entrar en España aunque vayas de viaje”. Respiré profundo y avancé al tocar mi turno.

Así me recibió un agente, sin dudas el menos simpático de todos. Pidió los pasaportes, preguntó si el motivo era la luna de miel, dijimos que no, que sólo un viaje de placer, preguntó el recorrido y se lo recitamos de memoria mientras le entregamos la carpeta.

Le indicamos que allí podría encontrar reservas, vuelos y demás. Miraba los papeles, mientras sin levantar la vista nos preguntó cuánto dinero llevábamos, indicamos la cifra y agregamos que también contábamos con tarjetas de crédito y débito.

Se hizo un largo silencio. O quizás fue corto pero para mi duró una eternidad. Cerró la carpeta. Tomó los pasaporte, los selló, nos miró y con la misma seriedad con la que nos había recibido nos despidió diciendo: “Bienvenidos a España”.

Foto | María Sol Rizzo
En Diario del Viajero | ¿Qué es el espacio Schengen?

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