Estas son las razones por las que un café en un avión sabe a cualquier cosa menos a café
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Estas son las razones por las que un café en un avión sabe a cualquier cosa menos a café

Los cafés dejan mucho que desean en cualquier cafetería: abunda el torrefacto, hay escasa limpieza de los filtros y la profesión de barista aún suena a exotismo.

Sin embargo, si el café nos lo tomamos en el ámbito de un avión en pleno viaje, entonces el sabor del mismo adquiere un cariz inenarrable, superando cualquier otro café de bar en mal sabor. La razón de que esto ocurra es más intrincada de lo que parece.

Filtros y altura

En los viajeros de primera clase, los aviones usan versiones más pequeñas de cafeteras exprés para que el café tenga cierto sabor a digno. Sin embargo, la cosa es muy distinta para el resto de los pasajeros.

El café que se sirve al vulgo viajero se hace con filtro, por rapidez, comodidad y falta de espacio: hay mucha gente que toma cafe.

Hacer un café en un avión, además, comporta ciertas dificultades: a causa de la baja presión del aire, el punto de ebullición es de unos 92 ºC, que casualmente es ideal para hacer café.

En cambio, matener el café caliente durante un largo período de tiempo entre la preparación y el servicio, hace que esta bebida pierda muchos de sus aromas y se quede solamente con el amargor y la astringencia.

Por si fuera poco, los que bebemos café en un avión no podemos saborear como en tierra esta bebida (y en realidad nada de lo que comamos o bebamos), tal y como explica Mark Miodownik en su libro Líquidos:

Hay estudios que demuestran que nuestra sensibilidad a los cinco sabores básicos (dulce, ácido, salado, amargo y umami) se ve afectada por el ruido de los aviones, al igual que nuestro sentido del olfato.

De resultas de estas limitaciones sensoriales, resulta imposible hallar en el café que bebemos en pleno vuelo los mismos matices y notas aromáticas que percibimos en tierra.

Por todo ello, beber café en un avión no es tan disfrutable como hacerlo en una cafetería (y ya no en una cafetería digna), y entonces la experiencia se parece más a beber un caldo negro extremadamente caliente que parece haber sido filtrado por unos calcetines sucios.

Con todo, si hay que escoger entre el café y el té, es preferible pedirse un té si queremos que la experiencia sea más llevadera, tal y como sigue Miodownik:

Sus aromas fundamentales, más fuertes, resisten mejor la cacofonía de la cabina, su temperatura de preparación es más apropiada para tomarlo a 12.000 metros de altura, y el método de filtro utilizado en los aviones produce un café equilibrado, aunque no sea el más aromático.

Por si todo esto no fuera suficiente, la bacteria del E. coli es la principal causante de las diarreas y vómitos, como la que suele encontrarse en el agua de los aviones, así que también es buena idea evitar cualquier bebida caliente como café o té y decantarse por el agua embotellada.

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