Monumentos de cuento: La Sirenita, El Principito y Caperucita Roja

Monumentos de cuento: La Sirenita, El Principito y Caperucita Roja
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Los cuentos infantiles no sólo han acompañado la niñez de muchas generaciones, sino que también han alimentado el imaginario de los adultos. Y grande es nuestra sorpresa y alegría cuando estamos de viaje y nos encontramos con monumentos o esculturas que nos recuerdan a aquellos personajes. A lo largo del mundo hay muchos monumentos de cuento que rescatan las figuras imaginarias que algo nos enseñaron cuando éramos pequeños. Veamos algunos ejemplos.

La Sirenita

Tal vez la primer figura que relacione cuentos infantiles y destinos turísticos que se nos ocurre es la famosa Sirenita, en Copenhague. El cuento escrito en 1836 es obra de Hans Christian Andersen cuya estatua también se encuentra en Copenhague (en el Jardín Rosenborg) y a quien volveremos a citar seguramente ya que de su imaginación han salido grandes clásicos de cuentos infantiles.

La figura es obra de Edvard Eriksen y está ubicada en el Parque Lingelinie, en la bahía del puerto, junto a las aguas del Báltico. Si quieres conocer la obra original (antes que la versionara Disney), puedes leer el cuento en este enlace.

La Sirenita, que momentos antes había visto cómo el joven capitán caía al mar, se puso a nadar para socorrerlo. Lo buscó inútilmente durante mucho rato entre las olas gigantescas. Había casi renunciado, cuando de improviso, milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola cercana y, de golpe, lo tuvo en sus brazos.

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El Principito, Concordia, Argentina

El Principito

Antoine de Saint-Exupéry visitó la Argentina en sus años de aviador postal. Sus paisajes le inspiraron algunas de sus obras y se dice que la “Isla de los Pájaros” frente a la Península Valdés en la Patagonia, está reflejada en esa boa con un elefante dentro. Tal vez por esa relación de afinidad mutua, en Argentina encontramos una escultura dedicada a su personaje más conocido: El Principito.

Se encuentra en el Parque San Carlos en la ciudad de Concordia, Entre Ríos. La figura representa al pequeño sobre su Asteroide B 612, desde donde llegó para alegrarnos la vida. En la década de los años 30 del siglo pasado Saint-Exupéry tuvo un aterrizaje forzoso cerca de aquí y permaneció unos días para arreglar su nave. En ese tiempo escribió Oasis inspirado por el paisaje plano y verde de Entre Ríos.

¿Quieres volver a leer El Principito? Aquí te dejo el texto completo.

Estaba más aislado que un náufrago en una balsa en medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al amanecer me despertó una extraña vocecita que decía:

— ¡Por favor… píntame un cordero!

—¿Eh?

—¡Píntame un cordero!

Me puse en pie de un salto como herido por el rayo. Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario muchachito que me miraba gravemente.

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Caperucita Roja en Buenos Aires

Caperucita Roja

Este cuento medieval rescatado por los Hermanos Grimm ha llegado hasta hoy en diversas versiones. Y a pesar de que debemos ser millones las personas que atendimos y sufrimos con esa pobre pequeña cruzando el bosque para ver a su abuelita, sólo pude encontrar un par de esculturas que la recuerdan.

Una de ellas está en Barcelona, en el Passeig Sant Joan entre la calle Còrsega y la calle Rosselló y forma parte de una fuente pública, obra del escultor Josep Tenas (1921) escultura de bronce, fundida por Gabriel Bechini. Se encuentra a pocos metros de la Estación Verdaguer del Metro de Barcelona.

Para ver la segunda, debemos volver a Argentina. Tal vez para ubicarla en “su entorno”, se encuentra en los llamados “Bosques de Palermo“ cuyo nombre real es Parque Tres de Febrero,un complejo de grandes jardines y áreas verdes en el centro de Buenos Aires. Fue realizada por el escultor francés Carlus en 1937 y después de pasar por la Plaza Lavalle, se encuentra en “su” bosque desde 1972.

Si quieres revivir las aventuras de la pequeña, te dejo aquí el texto completo de Caperucita Roja.

Allí parecía estar la abuelita con su gorro cubriéndole toda la cara, y con una apariencia muy extraña.“¡!Oh, abuelita!” dijo, “qué orejas tan grandes que tienes.” – “Es para oírte mejor, mi niña,” fue la respuesta. “Pero abuelita, qué ojos tan grandes que tienes.” – “Son para verte mejor, querida.” – “Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes.” – “Para abrazarte mejor.” – “Y qué boca tan grande que tienes.” – “Para comerte mejor.” Y no había terminado de decir lo anterior, cuando de un salto salió de la cama y se tragó también a Caperucita Roja.

Y colorín colorado, este cuento no ha terminado. Continuará.

Fotos | Drcymo | Santiago Cravero | Latido Buenos Aires
En Diario del Viajero | Tras los pasos de Hans Christian Andersen en Odense, Dinamarca

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