América en moto. Final de la vuelta al mundo. Regreso a España.

He llegado a Nueva York conduciendo desde el Oeste. O sea, he dado la vuelta al mundo. Solo me queda para completar el círculo mandar la moto de regreso a España. De allí salí hace ya 14 meses en dirección Este. Primero subí a Noruega, luego bajé a Kenia, después salté a India, más tarde visité Nepal, de ahí volé a Tailandia, posteriormente recorrí todo el Sudeste Asiático hasta llegar a Filipinas. Tras convertirme en el primer español que llegaba en vehículo rodado al archipiélago descubierto por Fernando de Magallanes en 1521, volé a Canadá y recorrí toda Norteamérica sin dejarme ni Alaska ni el Círculo Polar Ártico. Ahora es tiempo de volver y comenzar otra aventura.

El problema es mandar la moto allende los mares. Eso siempre es complicado. Me he puesto en contacto con Espacargo, una empresa ubicada en Nueva York, especializada en transporte de vehículos al puerto de Vigo usando contenedores marítimos. En Vigo tengo un buen contacto, Natalia Lago, agente de aduanas, quien ya me ayudó en su día para importar la Princesa de mi libro Un millón de piedras. Está dispuesta a hacer el servicio sin cobrarme, y José, el dueño de Espacargo a hacerme una muy sustancial rebaja para colaborar en que mi aventura tenga el mejor fin. Empaquetamos a Atrevida en su nave y ellos se encargarán de todo.

Yo volaré desde Atlanta pues tengo allí una entrevista en la CNN sobre mi aventura tras los exploradores olvidados. En apenas siete horas de vuelo estoy pisando de nuevo suelo español y siendo recibido por cientos de amigos. Para mí es todo mucho más fácil que para mi querida BMW.

Veinte días después, será desembarcada en la dársena gallega. Enviamos un camión a por ella. La operación será filmada y supervisada por un lector de Vigo, Berto Couso, quien me mandará un buen material para editar el vídeo de la recogida. El transportista la llevará a Sevilla, donde le harán una revisión completa para completar lo que me queda de viaje alrededor del mundo tras los exploradores olvidados.

Porque aún no ha terminado definitivamente. Lo hará cuando subido de nuevo en Atrevida alcance Santoña y el monumento a Juan de la Cosa, autor del primer mapamundi completo. Luego iría a Getaria acompañado de mi gran amigo Mc Bauman y ambos nos plantemos delante de la estatua de Juan Sebastián Elcano.

Junto a él puedo decirle lo mismo que Carlos V en el blasón concedido a su regreso: “Primus circunmediste me”. Tú, el primero que me circunnavegó. Quizá se lo digamos con la misma admiración, pero la diferencia entre el rey y yo es que yo ahora conozco realmente las dimensiones de aquella gran gesta al haber ingresado en el selecto club de los que han rodeado el mundo por sus propios medios.

No soy el primero, soy uno de tantos, pero para mí es el recuerdo de aquellos grandes exploradores lo que convierte este esfuerzo mío en un homenaje digno de ser compartido para que no solo yo les admire.

Fotos:Miquel Silvestre Más en Diario del Viajero:De Sturgis a Nueva York

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