La ciudad suiza con más subidas y bajadas: Lausana

Lausana podría definirse con una única expresión: montaña rusa. No porque desprenda un halo lúdico de parque de atracciones sino porque sube y baja sin descanso, con calles empinadísimas.

A orillas del lago Lemán, Lausana está construida en la pendiente de tres colinas, la Cité, el Bourg y Saint-Laurent, lo cual implica que, si decides cambiar de calle, debes optar por una de estas dos alternativas: o te dejas caer o asciendes poniendo a prueba tu sistema cardiovascular.

Lausana

Todas las calles orientadas al norte en Lausana presentan tanta inclinación que la mayoría de veces nos veremos obligados a desmontar las bicis para subirlas.

¿A quién se le ocurrió construir una ciudad tan difícil de recorrer a pie? La respuesta hay que buscarla muy atrás, pues Lausana fue una de las aldeas más antiguas de Suiza, como bien ejemplifica la necrópolis recién descubierta en Vidy del 6000 a.C.

Lausana está situada sobre una pendiente que desciende desde las colinas de la meseta suiza hasta la ribera norte del lago Lemán. La ciudad es atravesada por cuatro ríos: Flon, Louve, Vuachère y Riolet. Los dos primeros se encuentran hoy enterrados y se juntan bajo tierra en el centro de la ciudad para desembocar en el lago.

La arquitectura de Lausana, además, es muy cambiante. Junto a construcciones de una belleza espectacular se hallaban otras de una belleza, digamos, más discreta.

Esto sucede porque, aunque Lausana suele ser calificada de parvenue (nueva rica) por su rápido crecimiento, fue construida de manera un tanto anárquica. Y es que hasta finales del siglo XIX no existía aquí ninguna obligación de someter la construcción a reglas establecidas. ¿Resultado? Una macedonia arquitectónica.

Los parques públicos, sin embargo, son abundantes en Lausana, sobre todo en las afueras, lo que te permite huir de la arquitectura y de las subidas y bajadas y descansar entre el verde ácido del césped.

El parque perimetral de la ciudad está surcado de senderos, jalonado de inmensos árboles y equipado con toda clase de inmueble público: bancos, columpios, papeleras, fuentes y, lo más llamativo, baños públicos que incorporan duchas muy bien acondicionadas. Es un parque inmenso, inabarcable, que no tiene nada que envidiarle a Central Park de Nueva York o al Jardín Inglés de Munich y que incrementa la sensación de que Suiza en realidad era un bosque del que brotaban pequeñas ciudades y carreteras.

Cabe aquí señalar que en Suiza existen muchas fuentes públicas, sin embargo hay que estar atentos: si en ellas aparece el letrero Kein Trinkwasser o eau non potable no debéis amorraros a ella: es agua no potable.

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