Caminos de India: de Haridwar a Rishikech

El viaje hasta Haridwar ha sido agotador y aunque estamos molidos dejamos el equipaje en un hotel que elegimos casi a ciegas, (gracias a nuestro chófer el hotel no está mal), y nos dirigimos hacia los escalones que dan al río, los Ghats, desde donde los fieles se bañan y donde se reúnen todo tipo de personajes, shadus, santones, peregrinos, familias, yoguis.... la variedad de gentes y el color se meten en nuestras retinas, empezamos a respirar la India por los cuatro costados.

Un paseito, algo picante de cenar y a dormir, aunque eso va a ser difícil con el ruido de los trenes que llegan cada dos horas a la cercana estación. Vienen abarrotados de gente que llega hasta esta ciudad y lo que representa, el cansancio se hace cada vez mayor, lo que me deja inconsciente, por fin, en la cama.

De nuevo es de día, son aproximadamente las seis de la mañana y el ruido en la calle es insoportable, los altavoces llaman al rezo, los coches pitan y los carros tirados por bueyes con el gentío al rededor, lo llenan todo. Decidimos entrar en uno de los campamentos que están dentro del pequeño pero pletórico Haridwar, el campamento de los shadus.

Estas personas, hombres mejor dicho, llevan acampados en esta especie de campo de refugiados desde el 14 de enero. Su máxima es el mínimo, muchos van vestidos tan solo con las cenizas sagradas de las hogueras que se realizaron la noche anterior.

Otros cumplen promesas como la de no cortarse nunca las uñas, el pelo o vivir con un brazo levantado desde hace años. Otros, con un simple taparrabos, una rasta kilométrica y un tridente, bendicen a los que les hacen reverencias.

No hay mujeres, me siento rara y soy invitada a sentarme en una tienda, son hombres jóvenes, de mi edad, pero parecen mayores, van vestidos con una túnica azafrán y me comienzan a interrogar en un divertido inglés; casi están más extrañados que yo, me ofrecen un té que no me atrevo a beber y decido ir con el resto del grupo que hace fotos sin vergüenza a hombres semidesnudos o con impresionantes atuendos.

Mi estómago, pese a los olores de la ciudad me pide comida. Gracias que aguanto e incluso me gusta el picante y como no, las verduras, el tófu… La comida en la India, al menos en la parte norte es vegetariana.

Además de los picantísimos platos hindúes y dada la proximidad con este país en esta zona, la comida china se sirve en los mismos lugares, eso si nada de cerdo agridulce ni cosas parecidas, el tofu, la pasta con forma de todo tipo de fideos, los vegetales y la fruta son los platos que puedes pedir. Si encima el picante no lo soportas, tendrás que decirlo, si no, la boca te abrasará.

Tras una buena comida, un buen paseo, está atardeciendo y es el momento de disfrutar de la puesta de sol en los Ghats, los peregrinos se acercan a la orilla y buscan un sitio donde sentarse a disfrutar de lo que viene, la gran ceremonia del final del día.

Los santones se pasean entre el gentío, bendiciendo. Unas pequeñas hogueras se encienden, el sol baja, los fieles depositan flores y velas en el agua del río, se encienden las luces y comienzan los rezos, las oraciones, los mantras.

Impresiona ver tanta gente haciendo lo mismo. Se bañan, se sumergen en estas aguas sagradas para ellos. No puedo evitarlo, tras pagar unas rupias para comprar las flores y la vela de la ofrenda, repito como un papagayo los rezos que me cantan y hago mi ofrenda al Ganges. Espero que mojarme los pies en este agua sirva para algo bueno.

Caminos de India

1. El Kumba Mela

Imágenes | Alicia Sornosa y Antonio Mulero

En Diario del Viajero | India

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