El interior de la Tierra guarda secretos que aún escapan a nuestra imaginación, y las cuevas, con su misterio ancestral y belleza natural, son quizá una de las mejores pruebas de ello. Su poder de atracción casi hipnótico las convierte en lugares de peregrinación tanto para viajeros como para habitantes locales, transformándolas en auténticos símbolos del territorio que las acoge. Un ejemplo emblemático son las célebres cuevas de Altamira, probablemente las más conocidas de toda España.
Pero más allá de los grandes nombres, en la provincia de Burgos se esconde una red subterránea aún más extensa e impresionante: el Monumento Natural de Ojo Guareña, una joya geológica, histórica y natural que sorprende tanto por su magnitud como por su riqueza cultural.
La enorme extensión del complejo ha permitido no solo descubrir vestigios arqueológicos de gran valor, sino también especies endémicas que habitan en sus profundidades y que se han adaptado a un entorno único. Esta riqueza natural y patrimonial se traduce en una diversidad de planes para todos los gustos: ya sea explorar sus galerías, recorrer sus senderos o sumergirse en su historia milenaria.
Un coloso subterráneo que esconde verdaderos tesoros
Ojo Guareña es uno de los complejos kársticos más grandes y espectaculares de Europa. Situado en el norte de la comunidad, dentro del municipio de Merindad de Sotoscueva, este complejo de 110 kilómetros de galerías atraviesan la roca caliza, formadas por la lenta pero constante erosión de ríos subterráneos como el Guareña, el Trema y el Villamartín. La acción del agua, durante millones de años, ha esculpido un laberinto natural que hoy nos ofrece una ventana al pasado geológico del planeta.
Pero no solo la naturaleza ha dejado su huella en este enclave. Ojo Guareña es también un lugar que esconde parte de la historia de nuestros antepasados: en su interior se han hallado huellas y vestigios como grabados rupestres y restos de herramientas que prueban la presencia de la existencia de pobladores desde hace más de 100.000 años.
Además de estos tesoros antiguos, este complejo alberga otra joya que merece la pena visitar: la Ermita de San Bernabé. Excavada en la propia roca de la cueva y situada junto a la entrada principal del conjunto, esta ermita sorprende por su armoniosa integración con el paisaje y por el valor patrimonial que encierra.
Aunque su origen es incierto, algunos sitúan su construcción entre los siglos VIII y IX, aunque fue en el siglo XVII cuando tuvo lugar las primeras reformas de acondicionamiento, adaptando la estructura a las necesidades del culto y la conservación.
El interior de la ermita alberga un valioso conjunto de murales que relatan los milagros de San Bernabé, creando un diálogo visual entre la fe y la historia. Las bóvedas y paredes están decoradas con frescos, algunos de los cuales han sufrido el paso del tiempo debido a la humedad propia del entorno subterráneo. Además, un retablo completa el conjunto artístico, que fue reconocido oficialmente como Monumento Histórico Artístico Nacional el 23 de abril de 1970.
Algunas recomendaciones a tener en cuenta antes de visitar Ojo Guareña
La forma más directa de conocer este monumento natural es a través de la visita guiada a la Cueva-Ermita de San Bernabé. El recorrido incluye tanto la ermita como unos 400 metros del interior de la cueva (aunque hay otras visitas más completas), lo que permite admirar formaciones geológicas únicas y comprender cómo se ha formado este universo subterráneo. La temperatura dentro de la cueva es constante durante todo el año, alrededor de 13 °C, por lo que se recomienda llevar una chaqueta ligera incluso en verano. También es importante reservar con antelación, especialmente durante fines de semana y temporada alta, ya que las plazas son limitadas.
Además, para los fans del senderismo, en el entorno de Ojo Guareña, encuentran un verdadero paraíso de rutas que permiten explorar el paisaje de forma tranquila y segura. Las más conocidas se conocen como "la Senda de las Merindades", un conjunto de senderos que enlaza varios puntos estratégicos del territorio y que ofrecen la posibilidad de enriquecer al máximo la experiencia.
Foto: Adrián Vázquez – Archivo G. E. Edelweiss