13 paradas para descubrir un Tenerife desconocido (I)

Hay vida y turismo que hacer en Tenerife más allá del Loro Parque, el parque acuático Siam Park, Las Cañadas del Teide o las playas de Las Américas o Adeje, en la costa sur de la isla. Y no es que estos sitios no estén bien. Por supuesto que lo están y que conviene, si uno visita la isla, dedicar un día por lo menos a cada uno, pero es que Tenerife, la mayor y más polimórfica de Canarias, tiene mucho más.

La diversidad de microclimas que se dan en Canarias hace que en cuestión de unos pocos kilómetros (a veces unos cientos de metros) pasemos de la aridez extrema a la vegetación tupida, del calor pegajoso de la costa al frescor de las zonas medias, de orillas de aguas tranquilas a mares embravecidos. Aquí te proponemos un viaje por un Tenerife un tanto desconocido para el turismo de masas y que no suele aparecer mucho en los folletos turísticos. Abre bien los ojos y activa todos tus sentidos.

Masca

El macizo montañoso de Masca está en el extremo occidental de la isla. Se puede acceder a él desde Buenavista del Norte o desde Santiago del Teide, si se viene desde el sur. Masca, que desemboca en el mar formando el colosal acantilado de Los Gigantes, es un paisaje de película (a mí me recuerda a los de la saga de 'Jurassic Park'. El punto de encuentro de la zona está en el llamado Caserío de Masca, muy restaurado desde que un incendio lo asolara en 2007. La carretera para llegar allí está en muy buen estado y depara vistas espectaculares.

Además, a los amantes del senderismo, les recomendamos la bajada a la playa que comienza en el mismo Caserío. Eso sí, hay que ir bien equipado y preparado, porque es un camino angosto y muy escarpado y también hay que superar un fuerte desnivel. A los que llegan al final, a la playa de arena volcánica, les espera un delicioso baño al pie de unos acantilados que en su zona más elevada superan los 500 metros de altura. Un paraíso.

Punta de Teno

Hay que contener la respiración y tener cierto temple para superar la estrecha carretera que lleva desde el municipio de Buenavista del Norte a la Punta de Teno, el extremo más occidental de la isla. Y es que la TF-445 es una vía que se yergue sobre un impresionante alud de roca vertical, y a ratos uno tiene la sensación de estar suspendido en el vacío, como le pasaba al profesor Van Helsing camino del castillo de Drácula. Sin embargo, si se conduce con precaución, no hay de qué preocuparse. El Cabildo de Tenerife se ha pasado dos años acondicionando la vía y protegiendo y mallando las laderas, para evitar desprendimientos.

Sigamos. Una vez superada la prueba, hay que decir que ir a Teno compensa. Se trata de un paisaje que, por la dificultad del acceso, se mantiene inmaculado. El parque natural, un entorno agreste de lava negra y poblado de tabaibas y cardones, nos conduce a una playita tranquila que proporciona la mejor vista de los impresionantes acantilados de los Gigantes. Si uno es paciente y echa todo el día, tendrá además una puesta de sol de ensueño. Los rayos de la tarde reflejados en el Atlántico y en la descomunal muralla de piedra le dan al conjunto un aire irreal. Conviene sentarse y disfrutar un rato, en silencio.

Anaga desde el mirador del Monte de las Mercedes.

Monte de las Mercedes

A escasos kilómetros del centro de La Laguna, la segunda ciudad de la isla, radica uno de los bosques encantados de Canarias. Es el Monte de las Mercedes, que encontramos en la carretera que va al macizo de Anaga (TF-12). Se trata de un frondoso bosque de laurisilva canaria, un vestigio natural que remite a etapas prehistóricas y que hoy escasea en el archipiélago por la acción del hombre. En las Mercedes nos topamos de pronto con un tapiz de árboles y arbustos –laurel, fayes, acebiño, codeso, palo blanco...- que, de tan tupido, es casi impenetrable para los rayos del sol.

Una vez allí, los cuidadores del lugar nos proponen “un sendero de los sentidos” que obliga al caminante a aguzar la vista, el oído, el olfato o el tacto para entrar en contacto con los elementos del bosque. Toda una experiencia, aunque, eso sí, conviene llevar chubasquero. Cuando los alisios se posan sobre el bosque, lo que ocurre muy a menudo, descargan lo que se conoce como “lluvia horizontal”, un fenómeno a medias entre el chirimiri y la niebla espesa que contribuye a mantener la frondosidad y el verde del lugar, y que, de paso, le dan un aspecto fantasmal, de cuento.

Playa de la Tejita.

Médano

Hay que reconocerlo: Tenerife no es una isla de grandes playas. Pero hay una que no conviene perderse: la de El Médano, en el municipio de Granadilla de Abona, muy cerquita del aeropuerto Tenerife Sur. El Médano satisface cualquier expectativa. Si vamos con niños, nos podemos dar un baño en la parte más próxima al pueblo del mismo nombre, donde sólo paran tinerfeños con ganas de refrescarse. Las aguas siempre están limpias y no hay peligro de que una ola traicionera nos ponga en apuros.

Si a uno le gusta la agitación, puede irse a la parte que colinda con Montaña Roja, un impresionante cráter volcánico situado justo en la línea de costa. Por esta zona arrecia el viento, lo que la hace muy del gusto de los windsurfistas. No hay que olvidar que El Médano es una de las sedes del campeonato mundial de este deporte. Al otro lado de Montaña Roja, también se puede dar uno un chapuzón en la playa de La Tejita, igualmente recomendable, muy amplia y que proporciona una vista espectacular de cráter. El pueblo es uno de los más animados de Tenerife en verano, y lo frecuentan “chicharreros” de todas las partes de la isla.

En Diario del Viajero | Gastronomía de Tenerife

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