Doce cuadros del Museo Thyssen que inspiran un viaje (I)

Teresa Vega, guía del Museo Thyssen, junto al cuadro "La flota Holandesa en Goeree"
“Debemos gran parte del placer que nos produce contemplar el mundo a los grandes artistas que lo han mirado antes que nosotros”

Con esta frase del historiador británico Kenneth Clark, la guía del Museo Thyssen de Madrid Teresa de la Vega abría una visita muy especial a la que tuve la suerte de acudir hace unas semanas.

El arte se ha inspirado, desde sus comienzos, en la belleza del mundo que rodeaba a los artistas y que quisieron reflejarla en sus obras, ya fuese de una manera fiel y detallada o con una mirada particular. No es de extrañar que más de un pintor viajase en búsqueda de nuevos paisajes que retratar o en los que conseguir inspiración, como también es normal que quienes contemplaran sus obras se sintiesen animados a visitar esos lugares y verlos por sí mismos.

Así, el arte inspira el viaje. Pero no sólo la contemplación de paisajes bellos podrá despertar nuestro espíritu viajero, también lo harán las historias que de las obras se desprenden o la presencia de nuevas culturas y aventuras. Lástima que no podamos atravesar los cuadros…

A lo largo de este artículo, y sucesivos, os invito a conocer varios cuadros expuestos en el Museo Thyssen y que forman parte de la visita de la que os hablaba antes, denominada “El Viaje”, dentro de la oferta de experiencias Priceless que ofrece MasterCard en Madrid. Unas obras que inspiran a viajar.

La Adoración de los Magos, Luca di Tommé

Abrimos el recorrido con esta tabla del siglo XIV que en su origen formaba parte de la predela de un altar. Nos habla de uno de los viajes más conocidos por todos y que recordamos todos los años por Navidades, el que hicieron los Reyes Magos desde Oriente para ver al Niño Jesús.

Realmente ninguna fuente bíblica sugiere que estos viajeros fuesen ni reyes ni magos, pues el único texto donde se habla de ellos, el Evangelio de Mateo, los denomina en griego “magoi”. Éstos eran los sacerdotes de Zoroastro, que examinaban el cielo en busca de señales y se creía que así podían predecir el futuro, así como interpretar los sueños. Tampoco se dice que fuesen tres, sino que la cifra se deduce por el número de regalos que llevaron, los tres presentes que tenían asociados valores simbólicos: el oro representaba la monarquía de Jesús, el incienso su naturaleza divina y la mirra su sufrimiento humano.

Con este cuadro, además de rememorar aquel viaje bíblico, podemos recordar que hasta hace relativamente poco el desplazamiento no se hacía por placer. Los viajes entonces se emprendían por motivos religiosos – peregrinaciones - o por fines económicos – comercio o conquistas -.

Les Vessenots en Auvers, Vincent Van Gogh

Nadie diría de primeras al contemplar este cuadro que su autor, el popular Vincent Van Gogh, estaba inmerso en una profunda depresión que, semanas después de realizar la obra, le llevaría a suicidarse. Los vibrantes colores entre los que dominan los verdes y amarillos retratan un bello paisaje lleno de vida. Van Gogh estaba en las afueras de Auvers, rodeado de campos fértiles, y escribía a su hermano Teo que quería transmitir en sus pinturas la luz del lugar.

Sin embargo, si nos fijamos bien veremos que más allá de unos colores que parecen alegres y que nos traen esa luz que fascinaba a Vincent también hallamos las inquietas pinceladas con las que compone su obra y que sirven como atisbo de su estado emocional. En estas últimas semanas de vida, Van Gogh pintó otros muchos paisajes antes de poner fin a su vida. Pero nos dejó la luz del sur del Midi francés.

La flota holandesa en Goeree , Willem van de Velde II

En 1650 la mitad de los barcos mercantes que navegaban por todo el mundo eran holandeses. Era un periodo conocido como La Edad de Oro de Holanda, tras la independencia de la Corona Española, en el que la flota del país neerlandés se expandía por el océano Atlántico y el Índico haciéndose con el control del comercio.

Estas naves marítimas fueron objeto de las obras de los Van Velde, pintores del siglo XVII padre e hijo. Para documentarse, no sólo tomaron apuntes directamente del natural sino que viajaron con la flota para poder tener referencias de los detalles constructivos y del transcurso de la navegación, así como de las batallas navales. Tal es la precisión obtenida, que todas y cada una de las naves de este cuadro han podido ser identificadas con una nave real que existió. Para la obra que nos ocupa - la que encabeza este post -, Willem van de Velde II (el hijo) se basó en unos dibujos de su padre tomados al natural.

Foto | Álvaro Onieva
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