Ruta de la Plata en moto. De León a Zamora.

Nuestra segunda etapa de la Ruta de la Plata enlaza las ciudades de León y Zamora. Hemos dejado atrás la montaña y el verdor asturiano y éste es un tramo castellano leonés lleno de historia medieval y sobrios paisajes de llanura, pueblos despoblados, y campos de labor que con el final del estío aparecen ocres, habitados solo por negros cuervos y por esas enormes balas de paja redondas que simularan un ejército de obesos hoplitas amarillos.

La mayor parte del tráfico rodado circula por la moderna autovía que va de León a Benavente, por eso la rectilínea carretera nacional 630 se nos ofrece como una desolada lengua de asfalto ribeteada de árboles que filtran el potente sol estival. La N630 atraviesa pequeñas poblaciones que al atardecer se muestran fantasmales, casi translucidas como Toral de los Guzmanes, donde se alza una monumental torre y un no menos monumental palacio.

Un desvío corto nos lleva hasta La Bañeza, famosa por su carrera de motos antiguas pero también por el interesante museo de Alhajas de la Vía de la Plata. Seguimos rodando suavemente hasta Benavente, donde nuestra ruta platerense intersecciona con la concurrídisima carretera de la Coruña, la A6, que a través de seis carriles sirve de cauce a un océano de vehículos.

En Benavente conviene detenerse a comer un tentempié y visitar la célebre Torre del Caracol y algunas iglesias románicas, como la de Santa María del Azogue o San Juan del Mercado, que anticipan la explosión románica que viviremos en Zamora, punto final de nuestra etapa, porque la capital zamorana merece servirnos de posada y no ir más lejos por hoy.

Si la Ruta Vía de la Plata es un itinerario que pudiéndose hacerse en un día merece ser vivido en varios, Zamora puede ganarse en una hora pero debe disfrutarse en muchas más porque esta puede ser considerada una de las ciudades más secretas pero más atractivas. Primero por su historia y su arquitectura medieval asomada a un Duero ancho, plácido y plateado, pero también por su gastronomía sencilla, sobria y contundente como la que disfrutamos en uno de sus mejores restaurantes: Casa Serafín, donde el plato estrella es algo tan humilde pero tan espectacular como un revuelto de verduras de huerta realmente espectacular.

Zamora acoge un fenomenal conjunto de iglesias románicas, una catedral soberbia y unas murallas muy bien conservadas. Y es en estas murallas donde se encuentra una entrada que es en sí misma un símbolo de la complejidad humana y sus avatares. La frase célebre de “no se ganó Zamora en una hora” procede del asedio de siete meses al que se sometió a la ciudad en el siglo XI por Sancho II en lucha contra su hermana, Doña Hurraca. El sitio terminó cuando Bellido Dolfos mató al rey con un engaño y se refugió en la ciudad por esa puerta.

Durante años se la llamó el “Portillo de la Traición” y a Dolfos se lo consideró un villano. Era una historia escrita por los vencedores. Con la reivindicación de un Reino Leonés, con los nuevos tiempos en suma, se ha cambiado por los regidores locales el nombre del lugar. Dolfos es hoy un héroe, libertador de Zamora, y el infame portillo es hoy nada menos que La Puerta de la Lealtad.

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