Un paraíso con leyenda (y hasta una antigua fábrica de armas), para quienes disfrutan de la montaña y el senderismo
Visitar un bosque de hayas es toda una experiencia, especialmente si lo hacemos en esta época del año, cuando las hojas de los árboles se transforman en una paleta cálida de rojos, amarillos y ocres. Esa mezcla de quietud, humedad y luz filtrada crea un ambiente difícil de describir con palabras: uno siente que entra en un lugar donde el tiempo avanza de otra manera. Y cuando ese bosque está tan bien preservado que parece intacto desde hace siglos, la vivencia se vuelve aún más especial.
Ese es el caso de la Selva de Irati, un rincón excepcional del norte de Navarra que abarca más de 17.000 hectáreas de hayedos y abetales prácticamente continuos. Su nombre no es casualidad: se llama "selva" por su densidad, su frondosidad y la sensación que ofrece de adentrarse en un territorio casi virgen. A muchos les recuerda un bosque primigenio, y no es para menos: Irati está considerado uno de los hayedos mejor conservados de Europa, lo que explica por qué cada año atrae a visitantes amantes de la naturaleza que se marchan queriendo volver enseguida.
Además, ha sido reconocida por la UNESCO como Reserva de la Biosfera, un distintivo que pone en valor su extraordinaria riqueza ecológica y su modelo de gestión sostenible, ya que mantiene un equilibrio excepcional entre la conservación de la biodiversidad y un uso humano responsable. Un título que también intenta garantizar que sus valores naturales perduren para las futuras generaciones.
La Selva de Irati: un paraíso con leyenda incluida para los amantes de la montaña y el senderismo
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Su geografía es tan variada como hipnótica. El bosque se extiende por los valles de Aezkoa y Salazar, entre montes pirenaicos que actúan como murallas naturales. Los caminos serpentean junto a ríos cristalinos, zonas de sombra perpetua, praderas inesperadas y miradores desde los que es fácil quedarse un buen rato simplemente observando.
¿Y qué se puede hacer allí? Mucho más de lo que uno imagina. Una de las sorpresas más singulares de la zona se encuentra en la entrada a Irati por el valle de Aezkoa: las ruinas de la Real Fábrica de Municiones de Orbaizeta, escondidas en lo hondo del barranco de Txangoa. Su estructura, devorada poco a poco por la vegetación, crea un escenario casi fantasmal donde piedra, historia y naturaleza se entrelazan sin esfuerzo. Caminar entre sus arcos, sus canales de agua y los restos de lo que en su día fue un complejo industrial puntero del siglo XVIII es una experiencia que añade profundidad a la visita: aquí se recuerda que estos valles han sido siempre un lugar donde la naturaleza y la actividad humana han convivido, no siempre en equilibrio, pero sí de forma inseparable.
Y en pleno corazón del bosque aparece otro de sus grandes protagonistas: el embalse de Irabia, un lago tranquilo rodeado de árboles que reflejan su silueta sobre el agua. Rodearlo a pie es una actividad muy popular y perfecta para quienes quieren sumergirse en el ambiente sin grandes exigencias físicas. Los senderos están bien señalizados y los hay para todos los niveles: desde paseos muy sencillos entre hayas centenarias hasta rutas más largas que atraviesan collados y miradores. También es un lugar fantástico para la observación de fauna, especialmente al amanecer o al atardecer, cuando el bosque recupera su calma y la vida salvaje se deja ver con más facilidad. Sin embargo para quienes quieran ir sobre seguro, existen visitas guiadas y actividades organizadas (como rutas interpretativas o excursiones en bicicleta), que facilitan descubrir rincones menos conocidos y entender mejor el ecosistema.
Llegar a Irati relativamente sencillo si se viaja en coche. Los accesos principales se encuentran en los valles cercanos a Orbaitzeta y Ochagavía, dos pueblos muy cuidados y perfectos para establecer una base de alojamiento si se quiere prolongar la escapada. Eso sí: conviene madrugar, sobre todo en otoño, cuando la afluencia aumenta. Algunas pistas pueden cerrar o estar reguladas en determinadas épocas del año, así que es recomendable consultar el estado de los accesos antes de salir.
Imposible no terminar este artículo recordando que este es un sitio donde abundan las leyendas. Una de las más populares habla del Basajaun, el "señor del bosque", una figura de la mitología vasca que simboliza la conexión profunda que sus habitantes han mantenido siempre con estas montañas. Quizá sea esa mezcla de respeto humano y un punto de gracia divina lo que ha permitido que este bosque llegue hasta nosotros con su majestuosidad intacta.
Imagen | Turismo de Navarra
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