Semana Santa 2008 : Marsella

El sur de Francia, la hermosa Provenza, tiene en Marsella su ciudad más importante. Situada a orillas del Mediterráneo ofrece hermosas vistas y tradicionales mercados, playas soleadas y terrazas festivas, acompañada siempre por el suave Mistral.

Todo un clásico lleno de encanto, que nos puede llevar a disfrutar aquí de una escapada muy acogedora. La próxima Semana Santa puede ser el momento ideal para saborear una bullabesa al tibio sol de Marsella.

Esta zona de Francia es más parecida a sus vecinos italianos, españoles o griegos que a la del norte. Más bulliciosa y soleada y con profundas raíces mediterráneas. Marsella fue fundada por los griegos 600 años antes de nuestra era , y nos lo recuerda además de su ambiente, una placa cercana al Quai des Belges.

Comencemos nuestra "escapada" en el Port Vieux, corazón de Marsella y en cierto modo de Francia, ya que esta ciudad siempre ha sido una de sus principales puertas al mar. En este antiguo puerto encontramos multitud de terrazas y restaurantes.

A su alrededor están las murallas rojas de los fuertes de Saint-Jean (del siglo XIII) y Saint-Nicolas que protegían al puerto de los ataques piratas. Es tanta la importancia del Vieux Port que a mediados del XIX se hizo un transbordador que lo cruza desde al Ayuntamiento hasta la plaza de los Aceites.

Una visita obligada es el Paladio del Pharo . Levantado a toda prisa en 1858 para ofrecérselo como regalo de la ciudad a Napoleón (había dicho que quería una habitación a los pies del mar). Lástima que la revolución 1870 le impidió llegar a disfrutar de este maravilloso eedificio que hoy forma parte del Ayuntamiento.

Caminar por La Canebière, una de las avenidas más famosas, es vivir el esplendor del siglo XIX en las fachadas elegantes de sus edificios. Entre esta avenida y la Quai des Belges (muelle llamado así en honor a los belgas que ayudaron a los franceses en la Primera Guerra Mundial) está la placa que mencionamos al rpincipio. Al final de La Canebière está L´église des Reformes de mediados del XIX.

Es en la Quai des Belges donde viviremos el mercado de pescado que se efectúa aquí varios días a la semana; para comprar souvenirs, tomaremos la Calle de Roma que se cruza con la Carnebière.

Desde casi cualquier rincón de Marsella tendremos alguna vista de Notre-Dame de la Garde, emblema de la villa, y según la leyenda, encargada especialmente de proteger a los marineros, cuidando de las entradas y salidas del puerto. Está coronada por la “Bonne Mère”, una estatua dorada de la virgen con el niño, de más de nueve metros de alto.

La basílica actual de estilo romano-bizantino se comenzó a construir en 1864, pero desde 1214 existió en el mismo lugar una capilla que además de servir de lugar de culto, debido a su privilegiada situación, se utilizaba como defensa. La obra fue una de las empresas más grandiosas que se emprendieron bajo el Segundo Imperio, y el proyecto corrió a cargo del arquitecto Espérandieu, aunque, hasta 1917, no se dio por terminada. Para visitarla, subiremos una cuesta empinada, pero tanto la basílica como las vistas desde allí valen la pena el esfuerzo.

La costa de Marsella está recortada en playas y calas solitarias. En el Vallon de Auffes, los Goudes o Callelongue podemos ver aún los cabanons, nombre que recibían las casitas rudimentarias al borde del mar donde descansaban los marselleses.

Al oeste está el Puerto de L´Estaque, pintado por Paul Cézanne y Georges Braque en varias ocasiones, lo que hace que muchos señalen que en su perfil está el origen del cubismo. Hoy, pese a que el puerto es hoy un barrio pobre no recomendable por las noches, algo de su antiguo encanto permanece inaltaerable.

Desde el puerto se ve la isla y el Castillo de If. (s. XVI) lugar que eligió Dumas como cárcel de Edmundo Dantés. Sigue pareciendo solitario en medio del océano e indudablemente inquietante.

No podemos dejar Marsella sin visitar sus animados mercados, como en toda la región provenzal, en ellos se encuentran los mejores productos frescos, y en ellos se palpa, como en ninguna otra parte, el carácter de los marselleses. El del Pescado, en la Quai des Belges que es diario, los de alimentación del Prado (de lunes a sábado), La Plaine (sólo sábados) o el de los Capuchinos (de lunes a sábado), donde hay de todo.

La Provenza provee de verduras y legumbres a gran parte del mercado nacional y eso se refleja en sus costumbres culinarias en las que los productos frescos de la huerta, recién adquiridos en los mercados, son ingredientes protagonistas. Junto a la huerta, el pescado configura la base de una cocina sabrosa y de poblada de los múltiples sabores que han entrado por este puerto: aceite de oliva, romero, timollo o azafrán, hinojo, menta o cous-cous, perejil y ajo.

Antes de dejar Marsella, debemos probar sus platos más típicos y conocidos. Entre ellos está la bouillabaisse (receta aquí), caldo de pescado troceado, cebollas y tomate que se sirve con pan y rouille (alioli con pimentón); la sopa au pistou, hecha de judías blancas, pasta y verduras aliñadas con ajo albahaca y aceite de oliva; la tapenade (puré de alcaparras, aceitunas negras y anchoas con aceite de oliva) que se suele servir como aperitivo junto al tradicional pastís.

Después del brindis, será momento de volver a casa llevándonos los perfumes, sabores e imágenes de la histórica Marsella.

Más info | Provenceweb, Franceguide, Arte e historia Directo al paladar | La bouillabaisse, olla provenzal de pescado - receta

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