Descubriendo los secretos del cine en Warner Bros Studios (acompañado de garrulos) (I)

Mis días de visita a Los Ángeles, California, los dediqué casi por completo a visitar sitios friquis, freaks, geeks, nerds, gafapasta y demás terminología asociada, como la tienda más grande y bien surtida de artículos de Harry Potter que había visto en mi vida. De modo que en mi periplo no podía faltar una visita guiada a los estudios cinematográficos de Warner Bros.

Para visitar este lugar hay que reservar entrada con cierto tiempo de antelación, sobre todo si, como es mi caso, os interesa hacer un tour en español. El precio es un poco disparatado, a primera vista, pero finalmente, habida cuenta de la duración del tour (unas tres o cuatro horas), y todas las cosas que pudimos ver, el precio está más que justificado.

Aquella mañana de mediados de agosto estacionamos con bastante margen en el enorme aparcamiento que Warner Bros facilita a los visitantes. Antes del inicio del tour, uno puede tomar algo en la cafetería o pasarse un buen rato reprimiendo sus ansias de adquirir la mayor parte del merchandising que hay disponible en la tienda de la entrada.

Los artículos disponibles, en su mayoría, ya los habíamos visto en otros sitios, pero había algunos que resultaron inéditos, y fascinantes, para un adicto al cine y a las series de televisión. Desde pósters, camisetas y tazas de Los Goonies o Los Gremlins hasta series como Las Chicas Gilmore o True Blood. Además, hay una buena sección objetos usados en rodajes de Harry Potter (que obviamente no están a la venta).

Una vez has recogido el boleto de acceso en la taquilla, puedes ponerte a hacer cola en la puerta correspondiente. El lugar es algo así como un aeropuerto, con sus respectivas entradas a los diferentes embarques. Cada tour está compuesto de 10 personas.

Lo primero que haces al entrar es sentarte en un cine de dimensiones reducidas donde te hacen tragarte una suerte de montaje de algunas de las míticas películas y series que han salido de Warner Bros, amén de un pequeño repaso histórico de los orígenes de esta major. El vídeo es entretenido, y apenas dura diez minutos. Pero lo bueno viene después.

Entonces te asignan un guía, en nuestro caso de habla hispana, y te suben a un carricoche en el que todo el tour (los 10) cabíamos justos. Dejamos las bolsas y demás pertenencias en un maletero para que no molestasen más. Se permite llevar cámara de fotos y de vídeo (aunque eso no será así más adelante, cuando se acceda a un templo de objetos únicos que os explicaré en la siguiente entrega de este artículo).

Por mi parte todo estaba andando como la seda. Sí, me sentía a veces como el típico turista de Alburquerque que viene con toda la prole a tirar fotos, pero por lo demás bien. Bueno, había un fallo. Un pequeño fallo para algunos, pero para mí fue un gran fallo. Los demás integrantes de nuestro tour. Sí, como es evidente todos hablaban español. Había una familia de mexicanos adorable. Estábamos nosotros. Y finalmente el fallo: un grupo de colegas, con edades comprendidas entre los 30 y los 50, que procedía de Cornellá, Cataluña, España.

Bien, cómo decirlo finamente. Ejem. El grupito de marras, garrulos en el sentido de que parecían ser profundamente ignorantes en lo tocante al séptimo arte, sólo estaban interesados en las cosas relacionadas con las películas de Clint Eastwood. Y además iban dos de ellos ataviados con camisetas de fútbol, con el número del jugador incluido. No digo más.

Bueno, sí digo algo más. La magia del cine se rompió en mil pedazos por culpa de los continuos comentarios, pretendidamente ingeniosos y simpáticos, de esta troupe. Fue como entrar en Hollywood con Paco Martínez Soria o Chiquito de la Calzada (escoged el paradigma cañí que más os satisfaga). Todo eran bromas del nivel zafio y mastuerzo de “¿ha visto usted mis Tetas?”. Sólo faltaban las sonoras ventosidades. Como chimpancés en celo. Yo no me esperaba que tales personajes me los pudiera encontrar en los estudios de Warner Bros, porque tengo la firme convicción de que en España solo predomina la picaresca, el fútbol y la cultura rural. Pero mira, también interesa el cine. De tetas, y de Clint Eastwood.

Voy a tomarme una tila, y en breve seguimos con el tour en la siguiente entrega de este artículo.

Fotos | Sergio Parra En Diario del Viajero | Los Angeles, una ciudad desierta

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