Embajada a Samarcanda. El visado de Kazakhstan

El mundo es un lugar maravilloso y vale la pena conocerlo. Y más si se puede hacer palmo a palmo, kilómetro a kilómetro. Eso es lo que se conoce como viaje “overland”, o sea, por tus propios medios, ya sea un coche, una bici o aun mejor, una motocicleta. La moto es un vehículo aventurero por excelencia, imagen de libertad y rebeldía, un icono juvenil y un artefacto de lo más divertido. Sobre una moto no hay barreras entre el paisaje y tú; eres parte de él, estás realmente en el camino y a diferencia de la bicicleta, tu libertad es máxima porque si un lugar no te gusta, siempre puedes largarte y hacer unos kilómetros más.

Sin embargo, existen unos accidentes artificiales llamados fronteras que dificultan la libertad de movimientos. En Europa hemos olvidado esos frenos, pero en el resto del mundo los pasos fronterizos terrestres son un verdadero dolor de cabeza para los viajeros overlanders. En según que países los funcionarios no están acostumbrados a tratar con occidentales en busca de aventuras sino con transportistas o habitantes de localidades fronterizas que contrabandean aquello que sea más barato o escaso a uno u otro lado. Y en casi todo el mundo se exige algo que a los europeos nos parece ya obsoleto: un visado, o autorización temporal a entrar y permanecer en el Estado emisor para un fin determinado y no para otro, ya sea de turismo, estudios o negocios.

Los visados que nos interesan, los turísticos, son básicamente de dos clases. Los que se pueden conseguir en la misma frontera, y que vienen a ser poco más que un impuesto encubierto, como el turco, el egipcio o el jordano; y los que se han de conseguir por adelantado y que suelen conllevar un periodo de espera de entre cinco y diez días. Tiempo en el que se supone se examina la veracidad de los datos aportados por el peticionario, aunque en realidad creo que se trata de una forma como otra cualquiera de tocar las narices a los viajeros.

Varios de los visados que necesito para mi viaje Ruta Embajada a Samarcada son de esta última clase. La primera vez que recorrí Asia Central, allá por el 2009, me fui sin visados y a lo loco. Y bien que lo pagué. La pesadilla burocrática en la que me vi inmerso fue para desquiciar a cualquiera. Tuve que lidiar con funcionarios antipáticos que solo hablaban ruso, entrar en consulados que parecían cochiqueras, pagar sobornos y esperar durante semanas en ciudades espantosas como Tashkent o Almaty. Esta vez he decidido hacerlo mejor.

Como comenté en el post de la semana pasada, he elegido la ruta físicamente más difícil pero burocráticamente menos complicada. Solo necesito los visados de Azerbaiján, Kazakhstan y Uzbekistán. Y todos ellos se pueden tramitar en Madrid por uno mismo. En los siguientes posts explicaré como tramitarlos y conseguirlos. Empezaré por el kazajo porque fue el primero que he logrado. La embajada está en una zona residencial de Madrid, la Piovera. En la calle del Sotillo nº 10. Es un discreto chalet blanco como muchos en los alrededores. La sección consular está en el lateral y hay que llamar al timbre. Pero hay que ir antes de las 12:00 porque ya no abrirán.

Los funcionarios, de un español muy básico no son antipáticos pero tampoco muy colaboradores. Básicamente requieren fotocopia del DNI y del pasaporte que tenga seis meses de vigencia como mínimo a la fecha de caducidad del visado solicitado. Hay que rellenar un cuestionario y entregar el recibo del ingreso en su cuenta del Banco Santander por 50 euros. El visado turístico es por dos meses y con solo dos entradas. Para pedir más entradas hace falta una carta de invitación. O al menos eso dicen. Respecto al vehículo, les advertí que viajo en moto y me aseguraron que no había problemas al respecto. Veremos, porque cuando fui por primera vez a Kazakhstán, tanto el número de matrícula como el modelo de moto debían figurar en el visado.

El pasaporte hay que dejarlo obligatoriamente en el consulado, lo que impide tramitar el resto de visados. El plazo de entrega teórico es de una semana, pero cuando fui una semana después me dijeron eso tan español de mañana, mañana. Y al día siguiente, también mañana. Se ve que estos diplomáticos kazajos están aprendiendo lo mejorcito de nuestra cultura.

Foto: Miquel Silvestre

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