Algunas cosas que no sabías sobre tu último viaje en avión: cómo vuelas, por qué no hace frío, riesgo de morir...

Hace unos días os trataba de desmontar un mito viajero muy incrustado en el acervo popular, esto es, que había gente a quien le había estallado el implante de silicona en un vuelo comercial. Sin embargo, éste no es, ni de lejos, el único mito o desconocimiento que existe alrededor de un vuelo comercial.

De hecho, resulta contradictorio que la mayor parte de los viajeros, incluso los más avezados, ignoren muchas de las cosas que rodean a su viaje.

Por ejemplo, prácticamente todas las personas que están en un pasaje desconocen el motivo por el cual están volando. De hecho, hasta los propios libros de texto del colegio y muchísimos profesores explican incorrectamente el fenómeno que permite que un objeto tan pesado lleno de gente consiga surcar el cielo.

Si queréis profundizar en la física que hay detrás, así como enlazar con otras explicaciones e incluso animaciones elocuentes, os invito a explorar esta entrada en Naukas. Descubriréis con sorpresa cuánto habéis sido engañados al respecto.

Tiritando de frío

Siempre que vuelo de noche recuerdo el mismo capítulo de aquella serie de televisión titulada En los límites de la realidad, donde un gremlin con pinta de Depredador se cuelga en el ala de un avión comercial para destruir sus motores. Esta imagen es especialmente vívida si afuera llueve, nieva y relampaguea. Y entonces me pregunto cómo es posible que afuera haga un tiempo tan desapacible y adentro no notemos absolutamente nada.

En un avión, a 12.000 metros de altura, la temperatura del aire puede alcanzar los -50 ºC, de modo que ¿cómo lo hacen para que no notemos ni una pizca de frío? En mi casa, aunque ponga la calefacción a tope, estoy convencido de que pasaría frío si afuera estuviéramos a semejante temperatura. Lo cierto es que no todo el mérito es del avión sino de la altura. A 9.000 metros, por ejemplo, la densidad del aire es un tercio menor que al nivel del mar, por lo que, en realidad, es como si el avión volara en un frasco vacío. Este aire contra las láminas de metal que recubren el avión es mucho menos eficiente en la pérdida del calor.

Además, en pleno vuelo, la fricción del aire en las láminas que componen la capa exterior a 500 kilómetros por hora caliente mucho la superficie. Además, en la pared de 10 centímetros que nos separa del exterior, hay un aislamiento muy similar a las de las paredes de las casas que evita cualquier material metálico que trasmita el frío que hay en el exterior. Por eso los materiales más habituales son el plástico en la estructura y la espuma como aislante.

Peso de las nubes y riesgo de morir

Cuando surcamos el aire a semejante velocidad, solemos atravesar nubes y, entonces, todo el avión se agita, preso de las turbulencias. Es como si atravesáramos un océano sostenido en el aire, aunque muchísimo menos denso. Aunque... bien, no tan poco denso como creemos.

Las nubes varían mucho en tamaño, puede pasar de unos miles de metros de espesor a unos cientos de metros. Pero, como media, vamos a escoger una nube de 1.000 metros de espesor, con 1.000 metros de longitud por 1.000 metros de anchura. Multiplicando estas tres cifres, obtendremos un volumen total de mil millones de metros cúbicos, o sea, 1 km3, tal y como explica Ana Pérez Martínez en ¿Cuánto pesa la Tierra?

Entre rayos, nubes gigantescas que colisionan contra el fuselaje, una física que permite que todo vuele de una forma que ni los libros de texto del colegio alcanzan a explicar con claridad... uno se pregunta, entonces, si debe empezar a rezar. Sin embargo, las probabilidades de morir volando a nuestro próximo destino son tan extremadamente bajas que, prácticamente, son las mismas que tenemos de morir en nuestra casa: sobre todo si estamos duchándonos o bajando las escaleras (dos de los lugares de la casa donde más accidentes y muertes se producen).

En el campo de la seguridad aeronáutica se conoce como Q: riesgo de morir en un vuelo elegido de manera aleatoria, y cuando os subáis al próximo vuelo nacional, vuestras probabilidades de morir (el Q) serán de una entre 60 millones. Eso significa que podríais volar cada día durante los próximos 164.000 años antes de perecer en un accidente de aviación.

Para que os hagáis una idea con más perspectiva de estas cifras, el Q en un viaje en coche es alrededor de 1 entre 9 millones, casi 7 veces que el riesgo de morir en un vuelo nacional, tal y como afirma Ben Sherwood en su libro El club de los supervivientes.

Fotos | Wikipedia En Diario del Viajero | ¿Cuáles son las probabilidades de sobrevivir a un accidente de avión? Muchas, sobre todo en un asiento barato

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