Desmontando mitos viajeros: ¿en un avión te puede explotar un implante de silicona del pecho?

Desmontando mitos viajeros: ¿en un avión te puede explotar un implante de silicona del pecho?
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Todos conocemos a alguien (generalmente una actriz famosa) a quien le ha explotado un implante de silicona del pecho en pleno viaje en avión. La historia se justifica aduciendo que el cambio de presión que se registra en la cabina ha provocado que los implantes mamarios se hinchen como globos hasta reventar. Plop!

Pero ¿cuánto hay de cierto en ello? ¿Existe realmente alguna persona en el mundo que haya sufrido este accidente mientras volaba?

Os lo diré con pocas palabras: No.

La razón principal que demuestra que todos los casos de pechos explotando en un avión son simples bulos que la gente propaga en sus chismorreos cotidianos es que la silicona que se emplea en los implantes mamarios no se hincha como un globo cuando la presión baja.

Sí es cierto que, a medida que se gana altura cuando viajamos en avión, la presión disminuye, y eso se puede notar en las botellas de agua que son de plástico, que quedan un poco más hinchadas de lo normal. También lo podéis ver en las bolsas de cacahuetes, por ejemplo. Pero dejad de mirar los pechos de las mujeres que os rodeen, porque no veréis ningún cambio en el volumen… y mucho menos un plop como de globo estallando.

Implantes de silicona
Físicamente, si un implante de silicona estallara, estaríamos bajo unos niveles de presión tales que todo estallaría en sincronía: todas las botellas de agua, las bolsas de cacahuetes, etc.

A todo esto se suma que los cambios de presión en cabina son muy pequeños porque los aviones están presurizados. De hecho, cuando se nos taponan los oídos en un avión a causa del cambio de presión, no es tanto porque haya un cambio grande de presión, sino que este pequeño cambio es muy brusco. Por cierto, consejo: para evitar este problema en los oídos se recomienda mascar chicle, tragar saliva o practicar la maniobra de Valsalva: cualquier intento de exhalar aire con la glotis cerrada o con la boca y la nariz cerradas.

De hecho, el cambio de presión que experimentamos en un avión es equiparable al que sentimos en la cima de una montaña del Pirineo español: si hubiera mujeres a las que les explota el pecho en los aviones, también debería haber casos en las cimas de estas montañas.

Tal y como explica Daniel Closa i Autet en su libro 100 mitos de la ciencia, este mito seguramente tuvo su origen en Estados Unidos, allá por los años 1960, cuando se pusieron de moda unos sujetadores que se podían hinchar para aumentar la talla aparente de los pechos. Según las circunstancias, la mujer podía lucir más o menos pecho regulando el sistema gracias a una válvula.

Entonces empezó a decirse que esos sujetadores podían explotar si el avión experimentaba una caída de presión en el interior de la cabina… algo mucho más plausible, en todo caso, porque ya no hablamos de silicona, sino de un gas que se puede expandir con más facilidad.

Fotos | Wikipedia

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