Cuatro cosas que deberías tener en cuenta antes de ser blogger de viajes

De un tiempo a esta parte, cuando la gente sabe que vivo exclusivamente de escribir, me pregunta a menudo qué se tiene que hacer para abrir un blog y convertirse en blogger. Para poder trabajar con horarios libres y en cualquier sitio. Para que te inviten a viajes, restaurantes y hoteles. Para que te envíen productos y gadgets tecnológicos. Para acudir a preestrenos cinematográgicos. Y, encima de todo eso, para que finalmente ingreses suficiente dinero como para vivir de lo que haces.

Cuando imparto charlas en institutos acerca de contenidos digitales o de mi labor en los medios, entonces son muchas las manos que se levantan como resortes para preguntar cosas similares, pero en el ámbito de YouTube (los tiempos cambian). Y entonces tendo que contarles que cualquier de ellos puede hacer eso. Pero que, antes, deberían tener unas pequeñas cosas en cuenta.

En los siguientes cuatro puntos he tratado de sintetizar lo máximo posible todo el rango de respuestas que suelo ofrecer a estas cuestiones. No son verdades reveladas, todas están sujetas a discusión y probablemente serán obsoletas dentro de un plazo de tiempo tan escueto como cinco o diez años, pero espero que humildemente despejen algunas dudas esenciales y esclarezcan no pocas confusiones conceptuales. La mayoría, eso sí, no son opiniones personales, sino un repaso a los análisis de algunos de los mayores expertos en el tema, cuyos libros recomendaré a lo largo de la entrada. Vamos allá.

1. ¿Estás seguro de que no quieres ser periodista?

La primera confusión de términos aparece al hablar de bloggers. ¿Qué es un blogger? La respuesta evidente es: una persona que escribe en un blog, ya sea propio o ajeno. La mayoría de los medios de comunicación, incluso muchos diarios, han adoptado ya una arquitectura tipo blog, ¿se han convertido ipso facto todos los periodistas en bloggers?

Obviamente, uno puede defender qué es un blogger en sus propios términos. Pero si buscamos las fuentes, entonces no podemos confundir a un blogger con un periodista digital. Un periodista digital es un periodista que escribe en medios digitales, en todos ellos. Un blogger es una persona que escribe en un blog, sea o no profesional del periodismo. Los periodistas digitales ejercen su labor buscando un beneficio económico. Los bloggers ejercen su labor como hobbie, como si establecieran una charla con amigos o conocidos.

No en vano, el primer blogger de la historia lo fue precisamente por eso, porque no se comportó como un periodista, sino como una persona normal, con la que todos podíamos identificarnos, y enseñó su pene para confesar que quizá había pillado una enfermedad venérea. Podéis leer toda la historia en De cómo el primer bloguero de la historia enseñó su pene para que todos blogueáramos.

2. Un blogger es la antítesis de la profesionalización

Cada vez que leo términos tan antitéticos como "blogger" y "profesional" o "blogger" y "sueldo", algo cruje en mí. Naturalmente, cualquier blogger puede aspirar a ser un profesional o incluso a vivir de su labor. Pero un blogger profesional o que recibe un sueldo por su trabajo no es un blogger, sino un periodista, un redactor de contenidos, o cualquier otro epígrafe que queramos emplear.

Un blogger, por definición, es amateur. Un blogger es como un amigo, un vecino, un semejante. El poder de la blogosfera reside casi exclusivamente en ese punto. Hasta la eclosión de la blogosfera existían medíos que trabajaban a través de internet, miles de periodistas que redactaban contenidos para la Red. ¿Por qué el blog, pues, constituiría una revolución? Una revolución no puede definirse como cambiar a un grupo de personas por otro y hacer exactamente lo mismo.

Lo que distingue a la blogosfera es que los contenidos vertidos son opiniones de semejantes en las que no han mediado sueldos, regalos, intereses o anhelos por grandes masas de lectores. Es cierto que un blog puede mantener la independencia a pesar de que su autor gane dinero, reciba dinero, tenga intereses o líneas editoriales que seguir o incluso si dispone miles de lectores diarios. Pero esos rasgos son alcanzables del mismo modo que cualquier otro medio de comunicación existente antes o después del advenimiento de Internet.

Lo que sucede en realidad, en pocas palabras, es que un autor o un medio sujeto a las anteriores condiciones no siempre puede garantizar la sinceridad, la frescura y la cercanía. La sinceridad porque un sueldo o un regalo puede hacernos escribir inconsciente opiniones que no sostenemos realmente (los sesgos ocurren sin que nos demos cuenta, así que no sirve que uno aduzca que no los comete). La frescura se obtiene cuando el autor escribe de lo que quiere y cuando quiere, pero la remuneración económica funciona como incentivo para hacerlo cuando no apetece de lo que no apetece (hablamos en términos generales, por supuesto, también existen personas que disfrutan de su trabajo los 365 días del año aunque cobren dinero por él, y solo trabajan en lo que quieren y el número de horas que le apetece). Y, finalmente, la cercanía.

El punto de la cercanía es posiblemente el más importante. A mayor audiencia en un blog, los contenidos son más generalistas, más adaptados al mínimo común denominador del gusto colectivo. Es lo que sucede, por ejemplo, con las películas de gran presupuesto de Hollywood: todas deben, en general, ajustarse a unos parámetros para resultar rentables, como la inclusión de un romance, que se produzca una escena de acción cada veinte minutos, que el final sea feliz, etc.

El poder del blogger reside en que cualquier persona de la Tierra que disponga de un ordenador y acceso a internet, en cinco minutos, posee un plataforma de comunicación global, una imprenta 2.0. Puede escribir solo un post al mes o al año, o cien diarios, y esos posts pueden abordar temas tan específicos como, por ejemplo, el número de palabrotas que se dicen en una película, o las calles más bonitas de un barrio de una ciudad de provincias que ni siquiera dispone de oficina de turismo. Y hablar solo de eso siempre, porque es lo que más le gusta al autor. El número de lectores de estos blogs será limitado, porque no hay tanta gente interesada en temas tan específicos. Pero eso no importa porque el coste marginal que supone mantener un blog es próximo a cero, así que no se están corriendo riesgos financieros de ningún tipo. Un medio de comunicación o un blog profesional, sin embargo, no puede dedicar todas sus entradas a un mismo tema porque entonces no podría sostenerse. Necesita audiencias masivas, y no nichos específicos.

La grandeza de los blogs reside precisamente en que, por primera vez en la historia, pueden satisfacerse las demandas de los nichos más minoritarios del mercado, aunque solo supongan satisfacer a diez, veinte o cien personas. Si el objetivo de los blogs es convertirse en trabajos remunerados, necesitan generar ingresos, y si necesitan ingresos, precisan de gran número de visitas, y si requieren de un gran número de visitas entonces no contentan a las microaudiencias, sino a las mismas audiencias que contentan los medios de comunicación tradicionales. Al final un blog acaba siendo lo mismo que cualquier otro medio de comunicación tradicional, pero que puede competir con él porque resulta más barato.

3. Ser amateur no significa hacerlo mal (o no importa tanto)

Llegados a este punto, pues, quienes aún defiendan la profesionalización de los bloggers, que se debe cobrar dinero por escribir en un blog, que debaerecibirse una compensación económica por asistir a blogtrips y todo lo demás, aducirán que éste constituye el único camino para producir contenidos de calidad.

Si un blogger no puede ser profesional, se verá obligado a vivir de otra profesión. Si tiene otra profesión, entonces no dispondrá de tiempo suficiente para dedicarle al blog, para documentarse, para afinar su prosa, etc. Finalmente, el blogger produce contenidos amateur y, por tanto, de baja calidad. Y eso no lo quiere nadie, ¿verdad?

Pero aquí tropezamos en varios errores de base. Como muchos sabréis, la profesión periodística está en crisis, cada vez hay más periodistas en paro, los sueldos bajan, y muchos grandes medios han tenido que echar el cierre o fusionarse entre sí. Medios que parecían idestructibles como el New York Times ha probado decenas de modelos de negocio para subsistir, pero cada día que pasa pierde más cuota de mercado. La razón de que esto ocurra no es otra que la blogosfera.

Millones de personas escriben sin recibir emolumentos por ello, por el simple placer de hacerlo o por la necesidad de la palmadita en la espalda, acerca de temas que antes explotaban económicamente los grandes medios, los periodistas profesionales. Cuando los grandes medios han querido introducirse en Internet, lo hicieron cobrando por los contenidos para mantener las estructuras y sueldos del medio. Pero los lectores preferían leer blogs gratuitos antes que contenidos de pago, aunque los segundos, presuntamente, sean de mejor calidad.

Finalmente, muchos medios han abierto sus propios blogs gratuitos. Lo que ello ha provocado es que muchos periodistas acabaran en el paro igualmente: muchos de los que continúan trabajando lo hacen porque han rechazado su anterior rango salarial por veinte, treinta o incluso cinco euros por post. A no ser que seas un periodista con mucho caché y con seguidores o con una gran productividad, vivir de escribir posts resulta imposible. Hasta hace poco, colaborar con una revista de gran tirada, sin embargo, te reportaba casi mil euros por un único texto.

El crowdsourcing se define como el hecho de externalizar tareas que normalmente son llevadas a cabo por individuos concretos a un grupo de personas o comunidad (multitud) a través de una convocatoria abierta. Gran parte del periodismo del futuro probablemente acabará siendo una mezcla entre esta fórmula y el simple periodismo ciudadano o amateur.

Así que, paradójicamente, muchos de los que han aceptado estos puestos de trabajo son personas que nunca habían conseguido trabajar como periodistas y que, a través de la popularidad del blog, aspiran a ser contratados como tal en un futuro. Otros lo hacen para monetizar la visibilidad y la reputación de trabajar en un blog a través de otras formas, como impartiendo charlas o escribiendo libros.

Es decir: finalmente unos profesionales han perdido su salario 1.0 por culpa del mundo 2.0 y otros aspiran a recuperar el salario 1.0 en un mundo 2.0.

Muchos bloggers lograrán vivir de escribir sus contenidos (aunque en realidad estén ejerciendo de periodistas profesionales), pero serán pocos, y lamentablemente cada vez serán cada vez menos. Convertirse en blogger profesional será una improbabilidad como que te toque la lotería. Luchar por ello es luchar por una entelequia y en contra el progreso de la tecnología. Con un añadido: cuando tan pocos son los que pueden lograrlo, menos influencia tendrá el verdadero talento para ello, y más peso tendrán los contactos, los favores o el peloteo, así como otras ventajas añadidas. Porque el efecto que se produjo en el mundo 1.0 también se está produciendo en el 2.0: a medida que se incrementa el número de personas que abren un blog, hay cada vez más contenidos de aficionados que devalúan los contenidos profesionales. Se producen más contenidos, más diversos, con más estilos distintos, más sinceros. Los bloggers, dentro de poco, incluso te harán vivir los lugares de formas inéditas, como explicaba en Los bloggers de viaje del futuro te harán vivir lo que ellos viven.

Es evidente que mucha gente continúa consumiendo prensa (trabajo de periodistas), pero cada vez es más habitual leer blogs para informarse. Yo mismo, como divulgador de ciencia, a menudo contrasto lo que leo en los medios tradicionales acudiendo a determinados blogs creados por personas que no cobran por ello.

Finalmente, la línea divisoria entre profesional y amateur es cada vez más indefinida. Unos parecen cobrar por su trabajo y los otros, no. Pero no podemos deducir el nivel de calidad de lo contenidos en función de ese parámetro. Ni tampoco del tiempo que se dedican a trabajar en ello: hay muchos bloggers que invierten más tiempo en temas específicos que muchos profesionales. El ejemplo paradigmático que suele aducirse es Wikipedia: una enciclopedia cuyo rango de errores es porcentualmente similar a las más prestigiosas enciclopedias del mundo, pero que ha sido elaborada por usuarios aficionados que no han cobrado ni un céntimo sobre ello. Ahora imaginad que los editores de Wikipedia se reunieran para profesionalizar su actividad y quisieran ganarse la vida con ello.

Naturalmente, esta tesis es perfectamente defendible para cualquier caso de contenido, incluso el de los libros, como explico en Las ventajas de la autoedición, aunque no ganes demasiado dinero con ella (o escribas basura).

El psicólogo cognitivo Dan Ariely propone el siguiente experimento mental para evaluar hasta qué punto trabajamos por dinero, en su libro Las ventajas del deseo. Imaginemos que trabajamos en una empresa en la que debemos crear diapositivas PowerPoint. Cada vez que terminamos, alguien recoge nuestras diapositivas y las tira a la basura, pero pagándonos bien por el trabajo realizado. ¿Nos gustaría trabajar en un lugar así? La respuesta es obvia. Lo que más nos satisface al realizar un trabajo es que ese trabajo sea reconocido por los demás, que vea la luz, que nos haga sentir orgullosos. El dinero es irrelevante si esos puntos no son satisfechos. Porque el salario no es tanto una recompensa por el trabajo como un incentivo para hacer cosas que no nos apetece hacer. No hace muchos siglos, muchos pensadores consideraban que trabajar a cambio de dinero era tan inmoral como la prostitución:

Piense ahora en los blogs. Su número es asombroso, y se diría que casi todo el mundo tiene su propio blog o se plantea iniciarlo. (…) La mayoría de blogs tienen muy pocos lectores (tal vez solo la madre del bloguero, o su mejor amigo, lo lean), pero incluso escribir para una persona, compa-rado con escribir para nadie, parece bastar para que millones de individuos se animen a mantener un blog.

4. Hazlo solo si te hace feliz

Internet nos ecamina hacia este tipo de creaciones gratuitas y no orientadas exclusivamente a la profesionalización, como definen expertos como Clay Shirky en Excedente cognitivo o Here Comes Everybody: The Power of Organizing Without Organizations, Chris Anderson en Gratis, Yochai Benkler en El Pingüino y el Leviatán o Anthony D. Williams y Don Tapscott en Wikinomía. Las líneas divisorias entre profesionales y aficionados se desdibujan como explica ampliamente Jeremy Rifkin en La sociedad del coste marginal cero.

Los blogs producen, porcentualmente, más basura que los medios tradicionales o profesionales, pero también mayor cantidad de cosas que antes eran imposibles de crear porque no resultaban rentables. Y, finalmente, si lo que nos importa es la calidad de los contenidos, habríamos de preguntarnos sinceramente hasta qué punto el lector medio busca esa calidad o se le ha sido impuesta. Los programas de televisión con más audiencia no son los de más calidad, y otro tanto ocurre con las revistas o los libros.

Lo que el lector medio parece anhelar es que la persona que le cuenta algo sea como él. Por eso tantos viajeros buscan información acerca de sus viajes en los foros, donde otros viajeros como ellos escriben con textos llenos de faltas de ortografía y una claridad expositiva de dudosa calidad. Y el lector anhela esa autenticidad porque sabe que no media interés alguno. Porque es como si te lo explicara un colega al otro lado de la mesa del bar. Porque muchos periodistas digitales o bloggers que se creen profesionales suelen escribir lo que pone en cualquier guía de viajes: la mera repetición de los mismos tópicos. Lo que busca el lector de blogs, sin embargo, es la experiencia de verdad, la antítesis de la profesionalidad, el bisbiseo o el truco del colega: oye, sé sincero, este sitio es una mierda, ¿verdad?

Cuando celebramos el cumpleaños de nuestro hijo pequeño nos puede hacer ilusión cantarle la canción “cumpleaños feliz”. Sabemos que si contratáramos a un cantante profesional, lo haría mejor que nosotros. No desafinaría tanto. Técnicamente nos sobrepasaría en todos los sentidos. Pero no lo hacemos. Preferimos cantarla nosotros. Porque sabemos que nadie como nosotros, por mucho dinero que paguemos, lo hará con el mismo amor.

Eso significa ser blogger. Y espero que nunca lo perdamos. Así que si quieres ser blogger solo hay una receta: abre un blog, escribe lo que quieras, y que no te importe si lo haces mal o bien, si te ajustas al SEO, o si hablas de algo que solo le interesa a tu familia o amigos. Hazlo si te hace feliz, si te gusta a ti. Te garantizo que en el mundo habrá más de una persona que disfrutará de tu trabajo, y hasta puede que te escriba un comentario para decírtelo. Y si eso no te hace feliz, entonces te has equivocado de actividad.

Un poco de prospectiva

No soy muy amigo de la prospectiva porque lo más probable es que nos equivoquemos a la hora de adivinar hacia dónde evolucionarán las cosas. Pero basta echar un vistazo a alrededor para advertir que el fenómeno blog incluso podría tener una vida útil corta y convertirse en otra cosa más sofisticada: las aplicaciones sociales mezcladas con el Big Data. La siguiente reflexión, en cualquier caso, está inspirada por los libros de Peter H. Diamandis Abundancia y Bold.

Skype ha desmonetizado las llamadas a larga distancia. Craiglist, los anuncios clasificados. Wikipedia, las enciclopedias. Napster, la industria musical. Youtube empieza a esquilmar la industria audiovisual. Uber los taxis o los coches con chófer. Pero a medida que transcurre el tiempo, la desmonetización la producen redes sociales de personas, no empresas ni trabajadores. Mirad el caso de BlaBlaCar, que permite a cualquier persona pactar con otra persona un viaje en coche, repartiendo gastos. O Couchsurfing, que permite pactar dormir en casa de alguien sin gastos. Kickstarter ha democratizado la innovación. Merkaat ha democratizado la emisión de vídeo en streaming en cualquier momento y en cualquier sitio, como si dispusiéramos de nuestra propia productora de televisión. Tripadvisor y Foursquare ha democratizado la crítica gastronómica, hotelera y de cualquier otro servicio. Lo que caracteriza a todos estos servicios es que nos los enriquece ningún experto, ni profesional, ni persona que cobra dinero por sus servicios. Los servicios se enriquecen y ofrecen más información que nunca antes en la historia debido a la colaboración entre pares, entre semejantes.

Hoy en día desenfundamos nuestro smartphone, nos geolocalizamos, y en pocos segundos podemos saber cuáles son los mejores restaurantes japoneses a un kilómetro a la redonda, con críticas y consejos de otros comensales, con fotografías reales de los platos. Ahora extrapolemos todo eso al turismo y la creación de contenidos. Todos los viajeros podrán enriquecer alguna aplicación o aplicaciones con más información, fotografías, vídeos, consejos y todo lo que podamos soñar de cada metro cuadrado de planeta. Simplemente desenfundaremos un smartphone, los geolocalizaremos, contemplaremos mediante realidad aumentada lo que nos rodea, y una miríada de voces seleccionadas en función de nuestros gustos y preferencias nos indicarán qué ver, qué hacer o qué tenemos justo delante. Voces como las nuestras, porque nosotros también contribuiremos con nuestro pequeño grano de arena.

Cuando usas tu smartphone, usas un dispositivo un millón de veces más barato y mil veces más potente que una supercomputadora de 1970. No tenemos ni idea de lo que usaremos dentro de unos años, pero probablemente dispondrá de prestaciones que aún tornarán más fluida y armónica el intercambio digital entre pares.

Ahora imaginad a qué papel quedará relegado el periodista de viajes (puede que en pocos años nos parezca incluso medieval o estúpido leer textos escritos solo por una persona y no por la confluencia cambiante y adaptativa de todas las personas). Y más tarde a qué papel quedará relegado un blogger que no escribe para contribuir a esas redes sociales, sino para tener un sueldo que le permita vivir de esos contenidos que millones de personas generarán sin cobrar. Yo, cuando me lo imagino, solo consigo ver a un ludita dispuesto a destrozar los telares mecánicos que le están a punto de quitar su puesto de trabajo como artesano.

Imágenes | Pixabay

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