Todos los rincones que descubrí en Flandes (I): Amberes

Hace un par de semanas me brindaron la oportunidad de descubrir algunos de los rincones de Flandes, a la vez que llevaba a cabo diversas actividades, desde fabricar mis propios bombones de chocolate hasta recorrer en bicicleta un túnel que recorre el lecho del río Escalda.

Durante tres días espídicos, pues, no sólo aprendí a hacer cosas que ignoraba, sino que aprendí toda clase de secretos sobre Flandes, una región que merece un aparte en Bélgica. También conocí a gente estupenda, forjé recuerdos tan duraderos como los diamantes que se venden en Amberes, y gané algunos kilos a base de las delicatessen de Gante, desde una mostaza que me hizo las veces de expectorante hasta una colección de ginebras de decenas de sabores diferentes, desde coco hasta endibias (sí, endibias). Si os apetece ver todo lo que yo vi, y sentir parte de lo que sentí, acompañadme por este viaje por la bella Flandes, cuya primera parada fue Amberes.

Diamante multifacetado

Amberes en la cuna de los diamantes: el 85 % de la producción en bruto, más de 1.500 empresas, 350 talleres y varias escuelas dedicadas solo a enseñar el arte de pulir diamantes.

Y en sí misma, Amberes es una ciudad que, de lejos, pudiera parecer el típico diamante en bruto. Sin embargo, a poco que te pierdes por sus callejuelas o sus itinerarios menos turísticos, descubres que Amberes es una diamante perfectamente pulido y multifacetado. Sobre todo multifacetado. Porque los flamencos, en general, y los habitantes de Amberes, en particular, tienen muchas caras.

Aquí la identidad nacional es algo flexible, y hasta negociable. Ha habido tal trasiego de culturas, entrando y saliendo por los bulliciosos puertos (Amberes tiene el segundo puerto más grande de Europa), que todo se ha mezclado con todo, en una mezcolanza que huye del pedigrí y apuesta por el mestizaje y, por qué no, la sinestesia.

Tanto es así que nuestra primera parada, eminentemente gastronómica, fue en Felixpakhuis (Godefriduskaai 30), y allí dimos buena cuenta de una hamburguesa gigante típicamente yanqui. El local, como podéis apreciar por las fotos, era hispter hasta la médula: era un antiguo almacén construido a finales del siglo XIX con vistas al más antiguo puerto de la ciudad, Eilandje.

En Flandes hay tal batiburrillo de influencias culturales que hasta podéis apreciar que los cuchillos eran Arcos (empresa española) y pimienta negra escrita en perfecto castellano. En Flandes, en efecto, el chovinismo suena a constipado, y para eso ya están vacunados.

Callejeando

Por la tarde subimos a una atalaya inmejorable para contemplar en perspectiva ese fractal indescifrable que era Amberes: los más de 60 metros de altura de la terraza de la azotea del Museum aan de Stroom, en cuyo interior hay diversas exposiciones: cinco plantas estructuradas alrededor de cuatro temas (poder, ciudad cosmopolita, puerto mundial, vida y muerte). La fachada está hecha de arenisca roja india y paneles curvos de cristal, y el acceso es totalmente gratuito. Se alza como un rara avis entre las dos dársenas que Napoleón ordenó construir en el siglo XIX.

El ascenso lo hicimos bajo la asistencia de la guía Catherine Vergote, que resultó tener más energía y desplegar más entusiasmo que todos nosotros juntos. A través de sus ojos era difícil no sentirse maravillado por todo lo que nos rodeaba. El poderoso viento, las nubes cambiantes, el gigantesco río Escalda, el puerto, y hasta una vista cenital privilegiada de Dead Skull, un mosaico del artista contemporáneo más importante de Amberes: Luc Tuymans.

Otra cosa que probablemente no sabíais: tanto en Amberes como en Gante, así como otras ciudades belgas, hay barrios rojos exactamente iguales a los que encontramos en Ámsterdam, con sus prostitutas expuestas en escapares como lúbricos maniquíes móviles.

Lo más llamativo de Amberes, al menos a nivel arquitectónico, es su espectacular, abradacabrante, rutilante (y todos los epítetos que encontréis en el diccionario) estación de ferrocarril.

No en vano, Bélgica fue el primer país continental en construir una vía férrea, y su estanción estrella ha sido considerada, por ejemplo por Newsweek, como la cuarta estación más bella del mundo, justo detrás de St. Pancras (Londres), Grand Central (Nueva York) y Chhatrapati Shivaji (Bombai).

El edificio original de la estación fue construido entre 1895 y 1905, y posee una amplia cúpula sobre la sala de espera, otorgándole aún más un aspecto como de iglesia o basílica.

Después de callejear un poco más, recuperamos fuerzas en la cafetería Maurice (Guldenvliesstraat 25). Ese tipo de cafeterías hipster, tipo Starbucks, donde se te invita a quedarte toda tarde chupando Wifi, escribiendo en el Mac o sencillamente leyendo la prensa. No es extraño, fue en Amberes donde se imprimió el primer periódico del mundo, en 1605, por parte de Abraham Verhoeven: La Gazette (Nieuwe Tijdinghen).

En general, Amberes es una ciudad de cafeterías. Las vi de toda clase, pero abundaban las hipsters o vintage, cuidadas hasta el mínimo detalle. Y es que, a diferencia de Holanda, donde la gente joven suele quedar en fiestas y discotecas, en Amberes muchos se reúnen en bares y cafeterías.

Cena Pantagruélica

Antes dije que me traje conmigo algunos kg de más como souvenir de Flandes. El restaurante donde cenamos, Graanmarkt 13, supongo que empezará a desvelaros la razón. Y es que las cremalleras y botonaduras de mi ropa tuvieron la ocasión de comprobar aquel dicho que refiere que en la gastronomía belga se respetan las cantidades pantagruélicas de la gastronomía alemana y la calidad de la gastronomía francesa. Las cantidades las podéis apreciar a continuación, en las fotos.

La calidad no os la puedo transmitir por aquí, pero quedaos con esto: en Flandes se ha otorgado el mayor número de estrellas Michelin por cápita. Y es que Bélgica también tiene una de las tasas más bajas de establecimientos de MacDonald´s. ¿Habrá alguna relación? Por si fuera poco, los precios belgas para comer bien semejan a los españoles.

Cicloturismo por Amberes

Afortunadamente, al día siguiente tocaba quemar calorías pedaleando. Un tour turístico cortesía de Cyclant Bike Tours in Antwerp que nos permitiría tener una visión más íntima de los enclaves importantes de Amberes en un tiempo récord (y haciendo ejercicio). Ironías de la vida, en Bélgica se inventó el índice de masa corporal (IMC) para medir la obesidad, por parte del matemático Lambert Adolphe Quetelet.

Recorrer Amberes en bicicleta no solo es una estupenda forma de tener una visión general de la ciudad, sino que el tráfico, en general, respeta sobradamente a los ciclistas, y existen muchas vías específicas para pedalear. También es una forma de alejarse un poco de la ciudad para contemplar el skyline del casco antiguo. Para eso, cruzamos el río Escalda, pero de una forma diferente: atravesando un kilométrico túnel a 30 metros de profundidad que cruza el río por debajo de su lecho: el Sint Anna, que fue construido en 1933. Para llegar a estas profundidades, peatones y ciclistas usan escaleras mecánicas o un ascensor enorme.

Es la mejor forma de pasar del centro de Amberes a Linkeroever, la zona residencial que se formó a partir del 1900, ante el crecimiento desaforado de la ciudad. Este barrio residencial es muy tranquilo, y mucha gente se dirige al trabajo en bicicleta, tras atravesar el túnel. Es una forma rápida de pasar del ajetreo de la ciudad a la tranquilidad de tu casa, repleto de zonas verdes.

Realmente es algo que tenéis que probar si viajáis a Amberes, porque atravesar un río tan gigantesco y caudaloso como el Escalda te hace sentir pequeñísimo. Ya dicen que "El río Escalda debe su existencia a Dios, y Amberes debe su existencia al Escalda". Podéis ver un pequeño resumen de nuestro viaje en el vídeo.

La red de carriles bici de Flandes es espectacular, así que cada punto en el que dos carriles se cruzan se ha identificado con un número para organizar mejor el itinerario, por ejemplo usando el servicio Fietsnet. También hay la posibilidad de realizar rutas con GPS para evitarnos mirar el mapa. Las coordenadas para cualquier ruta pueden consultarse en esta página web.

Finalmente volví a recuperar mi IMC (gracias Quetelet) en Gante. Pero eso os lo explicaré en la próxima entrega de este viaje.

Nota | Este viaje se realizó gracias a una invitación de VISITFLANDERS sin que mediara ningún compromiso de opinión o publicación.

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