Llega el verano, suben las temperaturas y con ellas despierta ese deseo casi instintivo de desconectar del ritmo diario, aunque sea por unos días, tumbados en la arena mientras contemplamos un mar azul y sereno. Es también el momento de recordar que no hace falta cruzar medio mundo para descubrir paisajes paradisíacos dignos del sudeste asiático o del Caribe.
España es un auténtico tesoro en este sentido: alberga joyas naturales que combinan aguas turquesas, arenas blancas, acantilados espectaculares y entornos casi vírgenes que poco o nada tienen que envidiar a los destinos más exóticos y codiciados del mundo (y también más masificados, dicho sea de paso).
Desde calas escondidas en las Islas Baleares hasta playas salvajes en la costa gallega o canaria, nuestra geografía encierra rincones de postal que sorprenden incluso a los viajeros más curtidos. Los turistas extranjeros lo saben bien, y por eso muchas de nuestras playas figuran, año tras año, en los rankings internacionales que celebran las costas más bellas del planeta.
Playa de Ses Illetes (Formentera, Islas Baleares)
Ubicada en la diminuta y tranquila isla de Formentera, Ses Illetes es probablemente la playa española que más se acerca al imaginario del Caribe. Su nombre, "las islitas" hace referencia a los pequeños islotes que la rodean, creando un entorno protegido donde las aguas cristalinas y la arena blanca se extienden como si fueran una piscina natural infinita. Forma parte del Parque Natural de Ses Salines, por lo que está sometida a un cuidadoso control medioambiental. No es raro verla en rankings mundiales: Tripadvisor la ha incluido varias veces en su lista de las diez mejores playas del planeta.
Playa de las Catedrales (Ribadeo, Galicia)
Situada en la costa de Lugo, la Playa de las Catedrales, es un espectáculo natural esculpido por el Atlántico. Sus enormes arcos y columnas de piedra, moldeadas por la fuerza del mar y el viento, se elevan sobre la arena como si fueran las naves de una catedral gótica. La experiencia de caminar por este paisaje surrealista durante la marea baja, cuando se puede acceder al interior de las formaciones, es simplemente inolvidable. Tanto es así que el acceso está regulado en temporada alta para proteger este frágil entorno, considerado Monumento Natural.
Cala Macarella y Macarelleta (Menorca, Islas Baleares)
Si hay un rincón que simboliza la esencia mediterránea en estado puro, son las calas Macarella y Macarelleta, situadas en la costa sur de Menorca. Estas pequeñas playas, rodeadas de acantilados de piedra caliza y frondosos pinares, ofrecen un refugio de aguas transparentes con tonos que van del turquesa al esmeralda. Macarelleta, la más pequeña y menos accesible, es ideal para quienes buscan desconectar en un entorno casi virgen. Su belleza ha sido tantas veces retratada en revistas y redes sociales que ha llegado a convertirse en icono del paraíso balear.
Playa de Rodas (Islas Cíes, Galicia)
Incluida varias veces en los ránkings de las mejores playa del mundo en los diarios ingleses, la Playa de Rodas parece un espejismo entre las rústicas costas gallegas. Situada en las Islas Cíes, parte del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas, es una larga lengua de arena blanca que une dos de las islas del archipiélago. Sus aguas, frías pero increíblemente claras, contrastan con las dunas y pinares que la bordean, creando un ecosistema protegido de gran valor. El acceso es limitado y requiere autorización previa, lo que contribuye a conservar este auténtico tesoro natural.
Playa de Bolonia (Tarifa, Cádiz)
Bolonia, en la costa de la provincia de Cádiz, es sinónimo de libertad. Con una duna gigante que cae directamente al mar, aguas transparentes y vistas al continente africano en los días despejados, esta playa ofrece una experiencia salvaje y única. Muy cerca se encuentran las ruinas de Baelo Claudia, una antigua ciudad romana cuyas columnas y foros miran al Atlántico, lo que añade un atractivo cultural incomparable. Bolonia es ideal para quienes buscan paisajes vírgenes y una desconexión total del bullicio urbano.
Cala Sa Calobra (Mallorca, Islas Baleares)
Pocas playas se encuentran al final de un viaje tan espectacular como Sa Calobra, enclavada entre acantilados verticales y rodeada por el desfiladero del Torrent de Pareis. Llegar a esta cala mallorquina es una aventura en sí misma: curvas pronunciadas, túneles excavados en la roca y senderos que se adentran en la montaña. La recompensa es un rincón recóndito donde el mar se funde con las montañas, ideal para senderistas, aventureros y amantes de los paisajes dramáticos.
Playa de Cofete (Fuerteventura, Islas Canarias)
En el extremo sur de Fuerteventura se encuentra Cofete, una playa salvaje y descomunal, con más de 12 kilómetros de longitud y un telón de fondo formado por las montañas del macizo de Jandía. Aquí no hay sombrillas ni chiringuitos, solo el viento, las olas y una belleza áspera que cautiva. El difícil acceso por caminos de tierra, disuade al turismo masivo, lo que permite disfrutar de una sensación de aislamiento total. Es habitual encontrarla en listas de las mejores playas vírgenes de Europa.
Imagen de Turismo Formentera