Parece Grecia, pero es Badajoz: este precioso pueblo se conoce como "La pequeña Atenas"

Liliana Guerra

Aunque Badajoz no suele figurar entre los destinos más demandados por quienes planean una escapada, lo cierto es que esta provincia extremeña guarda auténticas joyas que sorprenden a quienes la visitan por primera vez. Precisamente entre dehesas y llanuras se encuentra uno de los pueblos más singulares de España, un enclave que ha sido bautizado con el evocador sobrenombre de "La pequeña Atenas", gracias a la belleza de su patrimonio y la huella de una historia fascinante.

Se trata de Llerena, una villa que alcanzó su mayor esplendor entre los siglos XV y XVII, cuando fue sede del Tribunal de la Inquisición en Extremadura y se convirtió en cuna de destacados personajes de la cultura y la ciencia como Pedro Cieza de León, cronista e historiador de las Indias, además de residencia de importantes juristas, artistas y pensadores.

Su florecimiento cultural, literario y científico fue tal que los cronistas de la época comenzaron a compararla con la capital del mundo clásico. De ahí nació su apodo: "La pequeña Atenas", un título que refleja tanto la vitalidad intelectual que se vivía en sus calles como la riqueza artística que todavía hoy se conserva.

Llerena, un monumento vivo a la historia y la cultura de Extremadura

Iglesia Parroquial Nuestra Señora de la Granada | Turismo Llerena

El casco histórico de la ciudad, declarado Conjunto Histórico-Artístico, es un auténtico viaje en el tiempo y su Plaza Mayor, porticada y de estilo mudéjar, el epicentro de la vida local desde hace varios siglos. Desde allí domina el horizonte la iglesia de Nuestra Señora de la Granada, levantada sobre una antigua mezquita y cuya monumental torre de ladrillo rojizo y azulejos vidriados, se ha convertido en uno de los símbolos más reconocibles de la villa. En su interior se encuentra un retablo mayor y la imagen de la virgen, aunque se trata de obras contemporáneas realizadas en 1936 tras un incendio que sufrió el templo.

Llerena también conserva parte de su antigua muralla medieval, que protegía a la población y reforzaba su carácter estratégico en la Baja Extremadura. Construida en el siglo XIV y posteriormente reforzada por la Orden de Santiago, llegó a contar con varias puertas de acceso, de las que aún se conservan restos. Entre ellas destaca la Puerta de Montemolín, testimonio de la importancia militar y defensiva de la villa, así como algunos tramos que aún se pueden recorrer, recordando al visitante que Llerena fue, además de un centro cultural, una ciudad amurallada con gran peso estratégico.

A escasos pasos, la iglesia de Santiago invita a detenerse ante su elegante fachada gótica y sus detalles platerescos, mientras que el convento de Santa Clara guarda un claustro sereno y evocador, testimonio del peso que las órdenes religiosas tuvieron en la ciudad. Algo similar sucede con como la Casa Maestral (antigua residencia de los Maestres de la Orden de Santiago), aunque en este caso recuerda el poder militar y político que albergó esta villa en la Edad Moderna.  

Otra visita imprescindible es el Palacio Episcopal, que alberga el Museo Histórico de Llerena, es una visita muy recomendable para conocer la importancia de la imprenta local en el siglo XVI, gracias a la cual fue posible difundir obras jurídicas y literarias por toda la península, reforzando aún más esa idea de hacer el símil con la gra ciudad griega. 

Pero no todo es solemnidad monumental. Llerena también es un lugar para pasear con calma y dejarse llevar por sus calles empedradas, sus fachadas encaladas con rejas de forja y sus patios adornados con azulejos y geranios. La sensación mediterránea que desprende su arquitectura, unida a la calidez de sus gentes y a la riqueza gastronómica de la zona (imposible no caer rendido ante un plato de jamón ibérico de la Dehesa de Extremadura), hacen de esta una ciudad para disfrutarla con los cinco sentidos.

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