Comiendo deshechos cárnicos con especias envueltos en estómago de oveja

Si en otra ocasión os conté mi experiencia literaria y cinematográfica en Londres, no mucho después pude desplazarme hasta más al norte, concretamente a la capital de Esocica, Edimburgo.

El paisaje escocés lucía atributos edénicos, y, suspendido sobre él, el cielo nublado era la superficie especular en la que se reflejaba el mismo paisaje.

No tenía que hacer ningún esfuerzo para imaginarme viviendo en alguna de aquellas casas de madera enclavadas en la montaña, paseando por las mañanas, escribiendo junto a un lago, el de Nessie, por ejemplo; en un ambiente de retiro y soledad. Y por las tardes, tomando el té en el porche, escuchando a los pájaros y observando los cambios graduales de lo que me rodeaba. O, para mantenerme en forma física, corriendo por el prado, o mejorando mi hogar día a día, con mis propias manos: desbrozando el terreno circundante, podando el ramaje de los arbustos y las flores, enjabelgando las paredes de la casa y pintando los muebles. Y cultivaría árboles frutales y hortalizas, tratándolas con el mimo que se dispensa a las mascotas, en el medio acre que tierra de mi propiedad. Y allí no estaría demasiado al tanto de las cosas que sucedieran en el mundo, apenas leería algún que otro periódico o semanario antiguo y prescindiría de la radio y la televisión.

No daría mi nueva dirección a nadie, así nadie sabría donde estoy, esfumándome de la faz de la tierra. Y, por lo tanto, tampoco envidiaría nadie mi paz rural, aquel paraíso bucólico con el que la mayor parte de la gente de ciudad sólo puede soñar. Por la noche, solazándome en la confortabilidad de mi habitación, dormiría mientras se cuelan por la ventana las fragancias de la madreselva.

Pero no he venido a hablaros de mis fantasías de eremita escocés sino de mi experiencia gastronómica.

Mi acompañante no dejaba de lamentarse de que si hubiese llegado un mes antes, no se habría perdido el Festival de Jazz y el Fringe Festival.

Por los clavos de Cristo, el próximo año lo prometo, lo juro y lo perjuro (todo lo que mi ateísmo apóstata me permite jurar y perjurar), el próximo año vengo. Deberías verlo, vienen músicos, actores, cómicos… de todo… y de todos los rincones del mundo, hasta de la Conchinchina. Por cierto, podríamos acercarnos al The Neighborhood, que está regentado por un español muy saleroso, y ponen música pachanguera española, y bebidas españolas, así se te quita un poco esa cara de morriña que tienes, Daniel, y luego, al Two Sisters, ya verás, es enorme, una especie de discoteca que es un laberinto de pasillos de piedra, y…

Entre charlas, paseando por la mágica Royal Mile de Edimburgo, tomé unos haggis en un puesto callejero. El haggis es la comida típica de Escocia, pero su aspecto resulta repugnante. Conocer sus ingredientes sólo acentúa su aspecto de putrefacta morcilla gigante: un batiburrillo de deshechos cárnicos con especias envuelto en estómago de oveja o de cordero. No obstante, el sabor cambia la perspectiva de los haggis, pues resultan deliciosos al paladar. Algo así como la morcilla española, pero más especiada.

El dependiente era muy dicharachero, así que mientras daba buena cuenta del haggis intercambié algunas impresiones con él. Naderías. Pero mantuve la conversación en inglés y me supe defender, a pesar de que el inglés que se hablaba allí difería un poco del inglés que me habían impartido en el colegio. El acento podía cambiar por completo algunas palabras. Por ejemplo, le comenté lo bonito que me parecía Edimburgo (pronunciado edinberg, como con un muelle en la boca), pero el tipo no parecía entenderme. Hasta que descubrí cómo lo pronunciaba él: edinbra, leído tal y como se escribe.

Sorry, para ellos es sori. Resulta ser como el inglés leído en español sílaba a sílaba. De esta forma, enseguida supe adaptarme y empezar a hablar con un acento escocés bastante aproximado.

Estuve un par de horas paseando, impregnándome de aquel nuevo ambiente. Hasta que, derrengado, me dirigí sonámbulo a la habitación del hotel.

Fotos | Wikipedia En Diario del Viajero | ¿A qué huele Edimburgo? Mapas sensoriales de ciudades | Edimburgo: en busca del fantasma de Mary King | El Festival Internacional de Edimburgo

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