¿Cómo puedes convertirte en un verdadero flaneur y dejar de ser un turista de chichinabo?
Cajón de sastre

¿Cómo puedes convertirte en un verdadero flaneur y dejar de ser un turista de chichinabo?

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El abaratamiento de los medios de transporte y las tecnologías como Google Maps han ido anulando la esencia del flâneur o el también llamado paseante de ciudad. El tipo que, con paso muelle, llegaba a los rincones y los contemplaba con pasmo y reverencia.

El urbanita al que no le importaba llegar a los puntos más calientes de la ciudad, fotografiar sus iconos y completar el grand prix del turisteo de chichinabo. Ese paseante casi caballeresco, propio de épocas decimonónicas, que sencillamente se dejaba llevar por lo que veía, improvisando.

¿De dónde procede el término?

La palabra flânerie, durante el siglo XVII, tenía connotaciones negativas, tal y como explica Noel Ceballos en su reciente libro Internet Safari:

se aplicaba a andar a la deriva, a vagar, pero siempre como pérdida de tiempo. Una persona de provecho jamás podría ser un flâneur, al menos no hasta que el siglo XIX cambiara por completo este estado de las cosas. El diccionario Larousse de 1872 le concedió una curiosidad innata al acto de deambular por el espacio urbano: no solo se hacía por vagancia, sino que también tenía algo de investigación si se afrontaba con inteligencia.

París es una ciudad paradigmática para practicar este noble arte. El de andar y hacer muchos kilómetros sin ningún objetivo concreto. Si no quedara un tanto ridículo, el verdadero flâneur debería pasear vestido con levita y bastón, e incluso tocado por un sombrero bien alto.

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Para algunos, este pasear sin rumbo fijo está ligado a la psicogeografía. Recorrer ciudades de formas sistemáticas y muy conscientes. Por ejemplo, obligándonos a pasar por lugares por el simple hecho de descubrirlos y sacarles todo el jugo, como señala Ceballos mencionado a Robert MacFarlane en A Road of One´s Own:

Despliega un mapa de las calles de Londres, coloca un vaso bocabajo sobre cualquier punto y dibuja su contorno. Coge el mapa, sal a la ciudad y camina ese círculo, intentando mantenerte tan cercano a la curva como te sea posible. Registra la experiencia sobre la marcha en cualquier medio que elijas: vídeo, fotografía, manuscrito, cinta. Capta el ritmo textual de las calles, el grafiti, las basuras, los fragmentos de conversación (…) Mantente alerta por si se produjesen metáforas, busca rimas visuales, coincidencias, analogías, parecidos, los estados de ánimo cambiantes de la calle. Completa la circunferencia y el registro acaba.

Sí, para ser uno de estos tipos hay que ser un poco marciano, un poco pedante... un poco insoportable, en suma. Pero quizás podamos, todos nosotros, aprender un poco de esta impostura e incorporarla en nuestros próximos viajes. Al menos así dejaremos de ser turistas de chichinabo. Un poco. Y dejaremos de quejarnos tanto del número de turistas que visitan un lugar virginal o un rinconcito que solo queremos para nosotros.

Imagen | Pixabay

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