Cualquier momento es bueno para visitarlo, pero el otoño y sus colores le otorgan un encanto especial
A menudo buscamos la belleza en tierras lejanas, soñando con paisajes verdes y misteriosos, con ruinas envueltas en niebla, castillos medievales y senderos que parecen sacados de un libro clásico. Sin embargo, no hace falta cruzar fronteras para encontrar ese encanto casi místico que combina a la perfección historia y naturaleza.
En la provincia de Valencia, tierra de huertas, naranjos y playas tranquilas, se esconde un lugar que parece transportarnos a otro mundo: un valle de frondosa vegetación, atravesado por arroyos y presidido por las ruinas románticas de un antiguo monasterio. Se trata del Paraje Natural Municipal de la Murta, en el término de Alcira, un rincón que sorprende por su serenidad y su riqueza patrimonial.
Aunque cualquier momento es bueno para visitarlo gracias a sus temperaturas suaves y mayor humedad (un "microclima" favorable al desarrollo de su espectacular vegetación), el otoño, con sus miles de matices cálidos y ocres, viste esta frondosidad con sus mejores galas para recibir a quienes desean explorar este paraje mágico.
La Murta de Alcira, un pequeño paraíso del senderismo en la Ribera Alta
Su nombre procede del mirto o murta, una planta aromática muy abundante en la zona, y su historia se remonta a la Edad Media, cuando los monjes jerónimos fundaron aquí el Monasterio de Nuestra Señora de la Murta en el siglo XIV. A lo largo de los siglos, el lugar se convirtió en un importante centro espiritual y cultural, conocido por la belleza de su entorno y por la influencia que ejerció en la comarca. Aunque hoy el monasterio se encuentra en ruinas, su silueta entre montañas, cubierta de vegetación y envuelta en un silencio casi sagrado, conserva intacta su capacidad de sorprender a quienes lo visitan.
No es difícil entender por qué muchos comparan este paraje con Escocia, guardando, claro está, las distancias. El paisaje ondulado, las laderas cubiertas de pinos y carrascas, los tonos verdes que contrastan con la piedra gris de los restos monásticos y la luz que se filtra entre los árboles evocan la atmósfera de los valles británicos. Aquí también se respira ese aire melancólico y poético que acompaña a las ruinas cargadas de historia, con el añadido del clima mediterráneo y del aroma a hierbas silvestres que impregna el aire.
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Para quienes disfrutan del senderismo, la Murta es un auténtico paraíso. Entre sus rutas más conocidas destaca el Sendero de la Creu del Cardenal, una subida exigente pero gratificante que culmina con unas vistas espectaculares del valle y del Mediterráneo. Sin embargo hay más opciones, ideales para quienes buscan un paseo más suave y familiar entre naturaleza y patrimonio, ya que todos los caminos están perfectamente señalizados y acompañados de paneles informativos que ayudan a comprender la riqueza natural y cultural del entorno.
Además de las ruinas del monasterio, donde aún se distinguen la iglesia, el claustro y parte de las dependencias monásticas, el valle conserva huellas de su pasado agrícola, como los antiguos acueductos y molinos que salpican el paisaje. Entre todos los rincones, destaca la Font de la Murta, una fuente de aguas cristalinas arropada por la vegetación, que se ha convertido en uno de los lugares más fotografiados y en parada obligada para quienes recorren este paraje en busca de calma y belleza natural.
Antiguamente, gracias a la gran variedad de flora que crecía en el valle, este lugar fue considerado un enclave fundamental para la elaboración de medicinas naturales. Las propiedades curativas de sus plantas eran tan apreciadas que la zona llegó a conocerse popularmente como "La Vall dels Miracles", en alusión a los supuestos efectos beneficiosos de su vegetación.
Pero su historia encierra aún más secretos: se dice que durante los siglos de esplendor del monasterio, la Murta fue refugio de nobles, escritores y religiosos, y que incluso reyes y virreyes visitaron sus dependencias. Tras la Desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, el conjunto quedó abandonado y fue devorado por la naturaleza, lo que hoy le da ese aspecto tan romántico que recuerda a los castillos perdidos entre montañas del norte de Europa.
Imagen | Visit Gandía
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