Básicamente hay dos formas de viajar: la de Byron y la de Ruskin

Básicamente hay dos formas de viajar: la de Byron y la de Ruskin
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Hay dos personas que ejemplifican perfectamente las dos formas básicas de viajar que existen. Uno siempre salía de viaje con media casa en las maletas. El otro siempre abominó el turismo y prefería la clásica concepción del viajero.

El primero de ellos es el poeta Lord Byron. En sus viajes por Europa, a Byron le gustaba llevar consigo su cama, su mesa de trabajo y una caravana de baúles con gran parte de sus pertenencias. Byron no podía soportar la idea de alejarse de su vida y de sus costumbres, así que nada mejor que trasladar con él su vida y sus costumbres. Como el turista que llega a un país exótico y busca desesperadamente un McDonald´s para comer.

El tipo de turista que Miguel de Unamuno describe en Andanzas y visiones españolas:

El enemigo de quien viaja por pasión, por alegría o por tristeza para recordar o para olvidar, es el que viaja por vanidad o por moda; es ese horrible e insoportable turista que se fija en el empedrado de las calles, en las mayores o menores comodidades del hotel y en la comida de éste.

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El segundo hombre al que quiero referirme pertenecía a la estirpe de los viajeros de pura cepa. Los que cambian de lugar sin necesitar leer los mismos periódicos, escuchar la misma música o comer los mismos platos. Los que llegan con las gafas graduadas para ver cosas que pasan desapercibidas para la mayoría, desprendiéndose de aquella idea que mantuvo una vez Sánchez Ferlosio: que lo único que hace diferentes a las ciudades es el rótulo de las estaciones.

Este hombre es el crítico de arte y escritor del siglo XIX John Ruskin. Según su parecer, viajar rápido era incompatible con registrar correctamente un determinado lugar. Cuando Ruskin, por ejemplo, se topaba con un paisaje majestuoso, no se limitaba a captarlo con sus retinas durante cinco minutos para, a continuación, marchar a la siguiente etapa de la ruta. Lo que hacía Ruskin era sentarse frente al paisaje y devorarlo con la mirada durante largo tiempo.

Y para no olvidarse de contemplar nada, para conseguir que el paisaje se convirtiera en una huella indeleble en su cerebro, para ejercitar su capacidad de saber mirar, Ruskin acostumbraba a dibujar lo que tenía delante. No importaba que el dibujo fuera bueno o no, lo decisivo era examinar cada detalle y plasmarlo en una hoja en blanco.

El filósofo Alain de Botton habla del proceso en estos términos en El arte de viajar:

En el proceso de recrear con nuestra propia mano lo que está ante nuestros ojos, se diría que nos movemos naturalmente desde una posición de observadores de la belleza en sentido laxo a otra en la que adquirimos una profunda comprensión de sus partes constitutivas y, por ende, recuerdos más certeros de ella.

No puedo estar más de acuerdo con la propuesta. De hecho, hace bastantes años, cuando era aficionado al dibujo, recuerdo que solía copiar a mano cualquier ilustración que hubiese conseguido embriagar mis sentidos. Era tal la necesidad de apropiarme de la ilustración, era tan inconcreto el placer que sentía al contemplarla durante largos minutos, que finalmente necesitaba copiar cada trazo con mis propias manos. De esa manera, también, la ilustración pasaba a formar parte de mí de una forma más íntima y duradera, lo cual me evitaba tener que pasarme los días enteros con los ojos fijos en ella.

Eso no significa que necesariamente debáis dibujar lo que veis durante vuestros viajes. La idea que aquí pretende transmitir Ruskin es que una manera más enriquecedora e intensa de viajar pasa por permanecer en un mismo sitio, contemplándolo, exprimiéndolo el tiempo equivalente que se precisaría para pintarlo o dibujarlo en una hoja en blanco. Como el propio Botton dice, una prueba de nuestra habitual falta de atención es que cualquiera se pensaría que nos pasa algo malo o que somos muy raros si permaneciéramos en actitud contemplativa frente a un lugar durante tanto tiempo como el requerido por el dibujante para realizar un boceto de él. Porque vivimos en tiempos del fast tourism. De mirar, hacer la foto y macharse. O hacer la foto sin mirar, siquiera.

Ahora, de vosotros depende viajar de una o de otra manera.

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