Villa de Leyva, mi rincón favorito de Colombia

Villa de Leyva, mi rincón favorito de Colombia
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En mi largo viaje por el mundo recientemente he vivido un gran contraste al viajar de Australia a Colombia. Cuando llegué a Villa de Leyva hace apenas unos días me parecía estar en uno de los muchos pueblos de montaña típicos de Andalucía, con sus casas blancas, sus tejados, sus calles empedradas y su gente sentada en la puerta de casa. Para nada, el jet lag me estaba jugando una mala pasada, estaba en Villa de Leyva, mi rincón favorito de Colombia.

Me podría haber quedado semanas aquí, pues me cautivó con su arquitectura colonial, su inmensa plaza central, su mercado, la calidez de sus habitantes y su ritmo tranquilo de vida.

Villa de Leyva es un pequeño pueblo a 170 kilómetros de Bogotá. No se encuentra en la carretera principal, sino que hay que desviarse por Tunja y después tomar otro desvío desde Sáchica. La carretera está llena de curvas y es algo incómodo llegar hasta aquí, pero este rincón colombiano bien lo merece.

El nombre procede de Don Andrés Díaz Venero de Leyva, primer presidente de la Real Audiencia de Nueva Granada. El pueblo fue fundado en 1572 con la intención de alojar a los soldados españoles tras la Conquista.

Destaca su enorme plaza principal, una de las más amplias de toda Sudamérica con 14.000 metros cuadrados pues aquí formaban numerosos regimientos de soldados. La plaza, al igual que todas las calles de Villa de Leyva, está empedrada y flanqueada por viejos edificios coloniales con sus soportales y balcones. Todavía se conservan edificaciones de la época colonial y, además, se han añadido otras nuevas, pero respetando el diseño tradicional, de muros blancos y puertas y ventanas de madera pintadas de verde oscuro.

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Villa de Leyva, es reconocida por su arquitectura de estilo colonial y por su precioso estilo rural. Sin duda, es uno de los pueblos más hermosos de Colombia, no me extraña que en 1954 fuera declarada Monumento Nacional.

Entre los edificios coloniales más significativos están la Iglesia Catedral, la Iglesia del Carmen, el Museo Antonio Nariño, el Museo Antonio Ricaurte, el Convento de San Francisco, el Convento del Carmen, el Claustro de San Agustín, la Fábrica Real de Aguardientes o la Casa del Congreso.

Pero lo que más me gustó hacer en Villa de Leyva fue pasear sin prisas por sus calles adoquinadas y entrar a cotillear en muchas de las casas y patios que están abiertas al público, ya sea como restaurantes o tiendas.

Antes de ser el pueblo de casas coloniales que es actualmente, Villa de Leyva estuvo cubierto por un primitivo mar. El agua se retiró y se formaron lagos, valles y el grupo montañoso de los Andes. Han quedado restos marinos cerca de Villa de Leyva, en el Valle de Moniquirá. Si te interesa, puedes ir al museo El Fósil y al Centro de Investigaciones Paleontológicas.

Si visitas Villa de Leyva en sábado, no te puedes perder el mercado. Aquí llegan cientos de campesinos de la zona a vender productos agrícolas, comida, artesanías de madera y muchos otros. Además, los jueves también abren los puestos instalados en las casetas de la parte superior del mercado.

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Por último, si quieres tener vistas espectaculares al pueblo te recomiendo una caminata hasta tres miradores que parte del Hostal Renacer, en la salida del pueblo. En el mismo hostal y te prestan un mapa y te indican el camino. Son unas dos horas ida y vuelta. Hay bastante pendiente y el sol aprieta.

Puedes llegar a Villa de Leyva en transporte público desde el Portal Norte, o Portal 170 de Bogotá. Aunque también es posible conectar desde Tunja, lo mejor es ir en buseta directa por 20.000COP (unos 8 euros).

Fotos | Mar Serrano
En Diario del Viajero | Time lapse: Colombia

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