Cómo el smartphone está evitando que nos aburramos... y que observemos el mundo
Los teléfonos inteligentes han cambiado la forma en que habitamos el espacio público y, más específicamente, cómo llenamos nuestro tiempo mientras esperamos.
Eso provoca que ya no nos aburramos, casi nunca. Pero también que dejemos de mirar lo que pasa a nuestro alrededor, que examinemos lo que nos rodea, que reflexionemos, que asimilemos los lugares a los que viajamos.
Era smartphone
Cada momento de aburrimiento potencial ahora puede ser mejorado o evitado por todo tipo de tareas, modos de entretenimiento u otras distracciones proporcionadas por un mini ordenador que llevamos siempre en el bolsillo.
El escritor y antropólogo Marc Auge ha acuñado el término "no lugares" para referirse a espacios formados en relación con ciertos fines (transporte, tránsito, comercio, ocio). Nos sentamos regularmente en estos espacios públicos transitorios encorvados sobre nuestros smartphones, mientras viajamos a destinos tanto materiales como digitales "sin experimentarlos como lugares".
Pero mirar a nuestro alrededor es importante, incluso los "no lugares". El impulso de reconocer patrones, consciente o inconscientemente, está conectado al cerebro humano y era una habilidad crítica para la supervivencia cuando los homínidos se levantaban y comenzaban a caminar.
Estudios psicológicos recientes han ampliado nuestra comprensión de los beneficios creativos de estar aburrido. "El aburrimiento se convierte en un estado que busca", sugiere la psicóloga Heather Lench, porque la mente aburrida es más probable que busque actividades que involucren el centro de recompensa del cerebro.
Usamos constantemente dispositivos electrónicos para distraernos del tedio asociado con la espera. En cambio, podríamos ver el aburrimiento como una invitación a mirar hacia arriba y luego mirar alrededor, observar a la gente, soñar despierto o tomar tiempo para observar y desarrollar nuestro propio reconocimiento de patrones más allá de hipervínculos y etiquetas.
Podemos entonces descubrir un espacio donde reside una nueva poética. Contemplar, obsevar, aburrirse incluso, para que nuestro cerebro halle patrones y comprenda de otro modo el mundo. Ésa debería ser la filosofía al viajar. Dejar un poco atrás el smartphone.