El caos de Articus, o cómo una diversión de navidad se convierte en un desastre
Diario del viajero

El caos de Articus, o cómo una diversión de navidad se convierte en un desastre

Llegan estas épocas y todo está pensado en la diversión de niños y mayores, todo lleno de luz y atracciones, pero en muchas ocasiones la falta de previsión, la mala organización y otros factores lo estropean todo. Viene a cuento de lo vivido este fin de semana en Madrid con el caos de Árticus, o cómo una diversión de navidad se convierte en un desastre.

Y es que en esta ocasión algo esperado, copiado a imagen y semejanza de otros parques navideños, es un caos total en el primer fin de semana de apertura y con toda seguridad no va a mejorar.

Articus plano

Aunque ya habréis oído hablar de Árticus, os vuelvo a poner en antecedentes:

Árticus es el pedacito más divertido del Ártico ¡pero en Madrid! Más de 100.000m2 de Navidad con paseos llenos de luz, atracciones donde soltar adrenalina, espectáculos mágicos como Peter Pan on Ice, un mercado navideño de cuento, una pista de hielo para no parar de deslizarte, animales polares y hasta prehistóricos, auténticas Auroras boreales ¡y mucho, mucho más!

Y una referencia a los ya famosos y existentes en otros lugares, como el londinense Winter Wonderland, que lleva ya muchos años montándose y disfrutándose en Hyde Park. Yo que he estado varias veces en este último y que han ido modificando y mejorando, he de decir que mucha gente en fines de semana, pero no la locura extrema.

Precios elevados, colas kilométricas, un desastre de organización y cancelaciones de entradas con pocas horas de antelación

En el primer fin de semana, Árticus abría con las expectativas altas de recibir unos 50000 visitas diarias, con entrada gratuita en estos primeros días pero con registro obligatorio previo, además de pagar los gastos de gestión. Pues o expidieron entradas gratuitas de más (lo que dice la gente) o fue mucha gente sin pasar por dicho proceso (lo que aduce la organización)

Lo que pasó en la Casa de Campo podría ser en cierta manera previsible: la gente se va a lanzar en masa a algo nuevo, sobre todo si implica luces, comida y espectáculos de corte más o menos infantil. Hay que divertir a los niños y estas cosas siempre triunfan... o mueren de puro éxito. Pero la responsabilidad de los organizadores es tener esto previsto y personal suficiente para gestionar los imprevistos.

Lo que está claro es que con el caos de organización, las esperas y colas organizadas no son demasiado aptas para llevarse a los niños, que es para los que está prensado. Y el fin de semana pasado las temperaturas no eran demasiado bajas, imaginaos una hora de espera con niños pequeños.  

Por cierto, las aglomeraciones nunca son buenas y si hay la desgracia de que se nos extravíe un niño durante unos eternos minutos, nuestros compañeros de Bebés y Más tienen consejos siempre muy útiles.

Las reseñas de Google echan humo... o no

Porque además no es que las reseñas fueran desapareciendo sino que lo que desaparecían eran los perfiles. En cuanto los administradores veían que eso no subía de 1,5 estrellas (de 5 posibles) pues la solución era anularlo y empezar de nuevo... con montones de reseñas que se perdían con el viento.

En estos momentos, acabo de comprobar c´omo estaba el asunto y sólo hay 15 reseñas (poquísimas para el fin de semana que hubo) y la valoración no pasa de 1,4... y muchas son de queja porque han desaparecido comentarios anteriores y por el citado caos de las entradas.

El caso de Vigo

Por todos es conocido también el alcalde de Vigo, Abel Caballero, animal mediático donde los haya, a unos pocos concejales de casi poder declarar la independencia y que año tras año proclama que es el que más luces pone del mundo y que sin él no hay navidad. Es más, que se ve el lucerío desde Nueva York.

Desde Nueva York no tengo claro si se verá, pero que casi necesitas gafas de sol para ir por las calles céntricas, sí. Pero ¿a qué coste? Ya no entramos en el económico, sino en el puramente práctico: los vecinos están hartos y los comerciantes y hosteleros, en la gloria.

Calles cortadas durante casi tres meses para poder instalar casetas, adornos y la noria gigante. Villancicos a todo trapo que tienen desquiciados a los vecinos. Luces y más luces y más luces... pero también hoteles llenos, trenes a rebosar y hostelería haciendo el agosto.

Lo que está claro es que cada vez se busca más diversión, más espectacularidad, pero por el contrario, cada vez hay más caos en ciertos eventos en lo que todo debería estar medido al dedillo. 

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