Kaliningrado: un trozo de Rusia aislado en Europa

Kaliningrado: un trozo de Rusia aislado en Europa
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Es posible que hayáis reparado alguna vez que en los mapas de Europa hay un territorio misterioso, abierto al mar Báltico y encajonado entre Polonia y Lituania, que pertenece a Rusia. Se trata del enclave de Kaliningrado (Kaliningradskaya Oblast), un territorio del tamaño de la provincia de Córdoba, habitado por casi un millón de personas.

Moscú se encuentra a más de 1000 kilómetros de la ciudad de Kaliningrado, sin embargo Varsovia o Vilna, capitales de Polonia y Lituania respectivamente, están a tiro de piedra. Las comunicaciones con el resto de Rusia son complicadas, salvo por avión. La zona, por su importancia estratégica, estuvo cerrada al acceso de extranjeros hasta 1991.

Pero ¿cuál es el origen de esta peculiaridad geográfica? En realidad, la región de Kaliningrado nunca fue rusa, sino alemana. Pertenecía a Prusia, corazón de la Alemania imperial. En los últimos estertores de la II Guerra Mundial, Prusia fue literalmente destrozada y arrasada por los soviéticos. Tras la guerra, fue troceada y repartida como botín entre diferentes países de la Europa comunista.

La mayor parte de Prusia fue a parar a la nueva Polonia socialista, que expulsó a los alemanes que habían vivido allí durante siglos. Otra parte quedó en manos de la Alemania oriental. Finalmente, la Unión Soviética decidió reservarse para sí una parte pequeña pero estratégica, con un acceso privilegiado al mar Báltico y con las mayores reservas mundiales de ámbar.

El territorio pasó a depender directamente de Moscú. Los alemanes fueron víctimas de una atroz limpieza étnica, miles fueron masacrados y el resto deportados (los que tuvieron suerte, a Alemania, los demás, a Siberia). La ciudad de Königsberg (‘Montaña del Rey’, en alemán), antiguo orgullo de la corte prusiana, quedó destruida.

De ‘la Montaña del Rey’ a ‘la ciudad de Kalinin’

Los soviéticos comenzaron a construir una ciudad nueva sobre las ruinas de Königsberg. Quizá no tiene sentido decir que Kaliningrado era Königsberg. La una se encuentra donde hasta 1945 se levantaba la otra, pero la historia de Königsberg fue sencillamente interrumpida. Era necesario encontrar un nuevo nombre para una nueva ciudad.

Mijail Kalinin fue uno de los servidores más leales y crueles de Stalin. Como fiel lacayo del dictador, consiguió escaparse de todas sus purgas. Oportunamente, Kalinin murió en 1946, justo cuando se necesitaba un nuevo nombre para la ciudad para borrar su pasado alemán. Así, fue bautizada como Kaliningrado, es decir, ‘ciudad de Kalinin’, al estilo de Leningrado (hoy San Petersburgo) o Stalingrado (hoy Volgogrado).

La nueva ciudad fue construida según el urbanismo soviético más tradicional: deprimentes bloques uniformes de cemento y anchas avenidas. Al contrario que sucedió en otras ciudades, no se intentó restaurar la antigua belleza y majestuosidad de Königsberg. Eran huellas demasiado visibles de un pasado demasiado reciente.

Kaliningrado

La mayor parte de los turistas que recibe la ciudad son antiguos prusianos que fueron expulsados de la zona, y sus descendientes. Se dice que muchos rompen a llorar cuando ven en lo que se ha convertido la ciudad. La imagen ilustra el castillo de Königsberg, que se salvó de la guerra y aún así fue derruido por los soviéticos en los años 60 (al ser un ‘símbolo intolerable del fascismo prusiano’), junto a la horrenda ‘Casa de los Soviets’ que se construyó en su lugar y que nunca ha llegado a utilizarse.

La ciudad ha sufrido algunos intentos de cambio de nombre, ya que el recuerdo de Kalinin (quien además no tenía ningún tipo de relacion con Kaliningrado) no es especialmente grato. Pero las reticencias a volver al antiguo nombre alemán son demasiado fuertes. Una alternativa propuesta es Kantgrado, en honor al hijo más ilustre de la ciudad, el filósofo alemán Immanuel Kant.

Qué ver en Kaliningrado

No todo es horrible arquitectura soviética. La antigua catedral luterana y su entorno han sido rehabilitados y son Patrimonio Mundial de la UNESCO. Es un vestigio orgulloso de la antigua Königsberg, y prácticamente la única zona donde se conserva su arquitectura original, junto a restos de la antigua muralla como la imponente Puerta del Rey.

La nueva catedral de Cristo Salvador es ortodoxa, construida en el típico estilo ruso-bizantino. Fue terminada en 2006 y sus cúpulas doradas, a 70 metros de altura, son visibles desde buena parte de la ciudad. Otros puntos de interés son algunos museos como el del océano (que incluye un submarino) o el del ámbar (con más de 6000 piezas). También se puede pasear por el parque Kalinin, un gran bosque en medio de la ciudad, perfecto para perderse.

Kaliningrado

El resto de la región tiene también algunos lugares atractivos, fundamentalmente en la costa de la laguna de Curlandia y sobre todo el el istmo que separa este lago del mar Báltico, con sus casi 100 kilómetros de dunas y su naturaleza virgen. Aunque la parte lituana del istmo es mucho más fácil de visitar, la parte rusa tiene precisamente el encanto de estar mucho más inexplorada.

Entrar al territorio

Como siempre, hay que recordar que para entrar a Rusia se necesita visado, y este pequeño islote ruso en Europa no es una excepción. Si queremos visitar Kaliningrado en el marco de una visita más grande por Rusia, tenemos dos opciones: o bien viajamos en avión desde otro punto del territorio ruso (con lo cual, oficialmente no hemos salido del país) o bien necesitamos un visado con múltiple entrada (si salimos por tierra de Rusia, aunque sea para ir a Kaliningrado, ya hemos ‘consumido’ una entrada al país).

Para entrar por tierra, sólo se puede hacer por Polonia o Lituania. Los cruces fronterizos pueden suponer bastante tiempo de espera. Hay trenes internacionales con destino a Moscú y San Petersburgo (son internacionales porque cruzan otros países entre medias), así como a Berlín, Kiev y Vilna. Los trenes nacionales realizan recorridos de corta distancia por el enclave y son baratísimos, idóneos por tanto para visitar ciudades como Zelenogradsk y Chernyajovsk.

Imágenes | Wikimedia Commons, womeOS
En Diario del Viajero | Descifrando un billete de tren ruso

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