A veces disfruto más planificando el viaje que durante el viaje en sí, pero no soy rara. Hay una explicación científica para esto

A veces disfruto más planificando el viaje que durante el viaje en sí, pero no soy rara. Hay una explicación científica para esto
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Imagina esta escena: estás sentado frente a tu ordenador, rodeado de guías y libros de viaje, mapas y una lista interminable de lugares por visitar. La emoción te embarga mientras organizas cada detalle de tu próxima aventura. Y aquí está la paradoja: cuando finalmente te encuentras en el destino soñado, sientes que algo falta. ¿Te resulta familiar?

Muchas personas encuentran en la planificación de sus viajes una satisfacción, en ocasiones más intensa, que la propia experiencia de viajar. Si es tu caso, tranquilo. No eres raro. Hay una explicación científica fascinante detrás de este curioso fenómeno.

El poder de la dopamina, o por qué disfrutamos tanto organizando nuestros viajes

Sumergirnos en la fase de planificación de un viaje activa regiones específicas de nuestro cerebro relacionadas con la anticipación y la recompensa y libera dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la motivación.

La simple idea de explorar nuevos destinos y planificar nuestro viaje despierta la misma emoción que la que sentimos al obtener una recompensa tangible.

Además, el proceso de planificación nos permite visualizar nuestro viaje, anticipar momentos emocionantes y crear expectativas positivas, contribuyendo así a experimentar una sensación muy placentera.

Un estudio publicado en la revista "Psychological Science" respalda esta idea. Los investigadores descubrieron que las personas que planifican activamente sus vacaciones experimentan niveles más altos de felicidad anticipada en comparación con aquellas que dejan todos los detalles para el último momento.

Pero dejando a un lado la gratificación emocional que brinda planificar un viaje, existen otras muchas ventajas que respaldan la recomendación de involucrarse activamente en la organización; desde aspectos puramente prácticos, como la optimización del tiempo, los recursos y el ahorro, hasta otros más psicológicos, como la sensación de logro, confianza y empoderamiento personal que aporta organizar tu propio viaje.

¿Y si mi viaje no resulta como esperaba?

Ahora bien, como mencionábamos al inicio, el hecho de disfrutar de la planificación no implica necesariamente que vayamos a disfrutar de la misma forma de nuestro viaje. Y es que una vez en el destino, la realidad podría no coincidir con las expectativas que nos habíamos creado.

Aunque experimentar esta sensación puede resultar un tanto frustrante, es normal y habitual que suceda, ya que durante la planificación la mente humana tiende a idealizar situaciones que podrían influir más adelante en nuestra percepción del viaje en sí.

Si esto nos sucediera es importante ser flexible mentalmente y adaptarse a las nuevas circunstancias, reajustando nuestras expectativas y aprendiendo a valorar lo que estamos viviendo.

En resumen, la fascinación que experimentamos al planificar un viaje, alimentada por la liberación de dopamina en el cerebro, crea expectativas emocionantes que a veces superan la realidad del propio viaje. Este fenómeno es completamente comprensible, pero para maximizar la experiencia es crucial abrazar la flexibilidad y saber ajustar nuestras expectativas.

Foto de portada | Foto de Annie Spratt en Unsplash

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