Otoño es esa estación que invita a hacer una pausa, a escapar del bullicio y buscar refugio entre montañas. Es el momento perfecto para perderse en la naturaleza, encender una chimenea y descubrir rincones con historia que aún conservan su esencia. En España abundan los destinos idílicos para hacerlo, pero hay uno que destaca por su encanto: un lugar escondido entre cumbres que dejan sin aliento, con el murmullo del río Cinca como banda sonora y el aire puro del Pirineo aragonés como compañero de viaje. Suena bien, ¿verdad?
Hablamos de Aínsa, en la comarca del Sobrarbe, un pueblo medieval con un trazado de piedra que se conserva intacto, calles empedradas que serpentean entre fachadas centenarias. Cada rincón invita a pasear sin prisa, a dejarse llevar por el ambiente tranquilo y a detenerse en sus miradores, desde los que se contempla un paisaje espectacular: el valle del Cinca, las montañas del Monte Perdido y el horizonte azul del Pirineo.
Su historia se remonta a la Alta Edad Media, cuando Aínsa se levantó como fortaleza estratégica frente a las incursiones musulmanas. De aquel pasado guerrero nace la leyenda de la Cruz de Sobrarbe, según la cual, en plena batalla, una cruz luminosa apareció sobre una encina, señalando la victoria cristiana. Aquel prodigio se convirtió en símbolo de identidad y aún hoy forma parte del imaginario local y del escudo de Aragón.
Aínsa: una villa custodiada por las montañas del Pirineo
Plaza Mayor de Aínsa | Spain.info
El corazón del pueblo es su Plaza Mayor, considerada una de las más singulares de Europa. De planta irregular y porticada, con arcos de piedra diferentes uno del otro, fue durante siglos el centro de la vida social y comercial. Hoy, sigue siendo escenario de celebraciones, mercados y conciertos, además de un mirador privilegiado hacia las montañas del Pirineo. Desde ella se accede al Castillo de Aínsa, una fortaleza del siglo XI que conserva buena parte de su muralla (a la que se puede subir de forma gratuita), y un espectacular patio de armas donde cada verano se celebran conciertos al aire libre. En su interior se encuentra el Ecomuseo del Sobrarbe, un espacio dedicado a la fauna, la geología y la etnografía de la comarca, ideal para entender la profunda conexión de sus habitantes con la montaña.
El casco histórico de Aínsa, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1965, es un entramado de callejuelas empedradas que ascienden suavemente hacia el castillo. Cada rincón parece contar una historia: los arcos de medio punto, los portales que se abren a patios interiores, las fachadas con escudos nobiliarios… En su parte alta se levanta la Iglesia de Santa María, joya del románico aragonés del siglo XI, con una imponente torre cuadrada de casi 30 metros de altura y una cripta que aún conserva su sobriedad original. Muy cerca, la Portada de Aínsa y el Arco del Portal Alto marcan los antiguos accesos a la villa, recordando su pasado amurallado.
Calle de Aínsa | Turismo de Aragón
Cada dos años, el pueblo revive su pasado con La Morisma, una representación teatral que escenifica la batalla legendaria entre moros y cristianos, cuando la cruz milagrosa sobre la encina dio la victoria a los segundos. Más de quinientos vecinos participan en esta fiesta, declarada de Interés Turístico Nacional, que transforma la Plaza Mayor en un escenario vibrante de historia viva.
Pero Aínsa no es solo historia. Desde el casco viejo, el viajero puede asomarse a algunos de los paisajes más impresionantes del Pirineo: el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el Cañón de Añisclo o los valles de Escuaín y Pineta, todos ellos a poca distancia. Es también un punto de partida perfecto para practicar senderismo o actividades de naturaleza en el entorno del río Ara.
Y cuando llega el momento de hacer una pausa, la gastronomía del Sobrarbe pone la guinda perfecta al viaje. A pesar de su tamaño, este pueblo presume de tener un restaurante con estrella Michelin llamado Callizo, donde la tradición y la innovación se dan la mano en una propuesta creativa basada en productos locales y de temporada. Pero no todo se queda en la alta cocina: en las tabernas y restaurantes del casco histórico también se celebra el sabor auténtico del Pirineo con platos que conquistan a cualquiera como la chireta, el ternasco asado, las migas a la pastoril o las truchas del Cinca (especialmente si los acompañas por los maravillosos vinos del Somontano).
Imagen | Villa de Aínsa
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