¿Soy un demonio por viajar en crucero? No es una pregunta fácil de responder

¿Soy un demonio por viajar en crucero? No es una pregunta fácil de responder
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El pasado domingo hubo una manifestación en Barcelona contra el turismo de cruceros a la que asistieron 150 personas, según la Guardia Urbana, y 500, según la organización. Sin embargo, a pesar de las cifras poco destacables, este movimiento va ganando cada vez más atención en las agendas políticas y en los medios.

Exceptuando a los ecologistas, tiene detractores y partidarios en todos los ámbitos. Por ejemplo, en Barcelona, el Ayuntamiento rechaza el aumento de cruceros, mientras que el de  Málaga busca la forma de provocarlo.

Nadie se pone de acuerdo. Lo que para el sector de la hostelería es una bendición, a varios ciudadanos les supone contaminación y masificación de turistas. No obstante, considerando que más de 400.000 españoles realizaron un viaje en crucero en 2022, parece que, de momento, la balanza se inclina a su favor.

¿Tiene sentido limitar las vacaciones en el mar o estamos exagerando? ¿Ese olor a azufre, soy yo o viene del barco? Voy a intentar resolver estas, y otras dudas, a continuación.

Reducir (o prohibir) los cruceros

Siguiendo con Barcelona, la plataforma Stop Cruceros, de Ecologistas en Acción, solicita una rebaja radical de los barcos, hasta llegar a su total eliminación.

Crucero Por El Mar
Daniele D'Andreti - Unsplash

La alcaldesa, Ada Colau, apuesta solo por la reducción del volumen de cruceristas, pero la Autoridad Portuaria argumenta que no es posible, porque, entre otros acuerdos adquiridos, las escalas de las navieras están reservadas con años de antelación.

En Baleares, en cambio, han limitado la llegada a sus puertos a tres cruceros por día. Una medida que resulta insuficiente para el Grupo de Ornitología y Defensa de la Naturaleza, que pide que solo se admita un barco cada 24 horas, y de menor tamaño.

El motivo para hacerlo es universal e indiscutible: proteger el medioambiente. Y, como todo cambio, no está exento de consecuencias.

Cuánto dinero dejan los cruceristas

Uno de los argumentos a favor de los cruceros es el impacto positivo que suponen para la economía, no obstante, un estudio afirma que no es tanto como se espera. Hay que tener en cuenta que cada barco incluye un buen número de restaurantes y actividades de ocio, con los que retener a sus pasajeros.

Camarote
Elyne Anthonissen - Unsplash

Unos investigadores recopilaron los datos de Bergen, una parada popular en las travesías por los fiordos noruegos, y determinaron que hasta el 40 % de los viajeros nunca abandonaron el crucero. Y aquellos que lo hicieron, gastaron de media menos de 23 €.

Sacrificar la salud del planeta por estas cantidades, suena más que ridículo, pero no he encontrado ninguna otra entidad que aporte conclusiones similares. Esta teoría, además, hace incompatible la denuncia sobre la masificación, ¿cómo consiguen abarrotar las calles si no salen del barco?

En España está más claro. Puertos del Estado indica que tuvo su máximo histórico en 2019, con más de 10,6 millones de cruceristas, y se obtuvo una facturación de casi 6.000 millones de euros, aportando 2.800 millones de euros al PIB nacional, y más de 50.000 puestos de trabajo.

Respecto al dinero que suministran, estas son las informaciones disponibles sobre algunos de los puertos principales:

  • Alicante: el gasto medio de un turista que hace escala se sitúa entre los 70 y 90 euros por visitante, y cuando embarca o desembarca se incrementa hasta los 340 € al añadir una o dos noches de hotel. Se calcula que el impacto económico superará los 30 millones de euros el año que viene.
  • Baleares: tiene los puertos más rentables de Europa, gracias a los cruceros. Un estudio de la Comisión Europea cuantifica el impacto económico en 468,6 millones, con un gasto medio de 213 euros por persona.
  • Tarragona: La repercusión monetaria por la llegada de viajeros en barco subió hasta los 5.008.335 euros en 2022.
  • Valencia: Los cruceros generan un beneficio de 56 millones de euros al año y contribuyen a crear 40 mil puestos de trabajo, según un informe del puerto y de la Universidad Politècnica de València.
  • Barcelona: La Universitat de Barcelona indica en un análisis que el pasajero medio gasta 230 euros por persona y por día. No obstante, Stop Cruceros puntualiza que esta riqueza no beneficia a toda la ciudad de manera igualitaria. ¿Hay algún modelo de negocio que lo haga?
Capitan Barco
Billeasy - Unsplash

El pasado 26 de abril, desembarcaron en Cádiz 9.000 de visitantes, procedentes de cinco buques. Y esto en euros se traduce en la posibilidad de ingresar más de 19 millones. Ganancias de un turismo, que al contrario que otras opciones, como las viviendas para uso vacacional, no contribuye a subir el precio de los alquileres a largo plazo.

Los cruceros contaminan, y mucho

Ya hemos visto los valores bonitos, ahora vamos con los feos. Seamos sinceros, el turismo, en general, no es sostenible, aunque en cuestión de emisiones, los aviones y los grandes barcos se llevan la palma.

Tal como alertan Transport & Environment, en Europa, tan solo 47 cruceros emiten más óxidos de azufre que 260 millones de coches. Pero eso no es todo, aquí van otros avisos de los científicos:

  • La huella de carbono al día de un crucero grande puede llegar a superar a la de 12.000 coches.
  • Los pasajeros de una travesía de una semana por el Antártico producen las mismas emisiones de CO2 que la media de un ciudadano europeo a lo largo de un año.
  • El consumo de energía por pernoctar en un buque es 12 veces superior al de un hotel en tierra.
  • Se estima que las emisiones de CO2 de los cruceros y ferris representan una décima parte del global de las emisiones que se producen en el mediterráneo.
  • Un barco de 2.700 pasajeros genera al día una tonelada de basura.
Crucero Grande
Kevin Bluer - Unsplash

Solo en Mallorca, el buque AIDAbella, que tiene una capacidad de 2.050 pasajeros, genera el CO2 equivalente a 19.000 coches de gasolina y libera 4.931,24 kilos de dióxido de carbono por milla náutica.

Todo esto sin mencionar cómo las construcciones portuarias modifican la costa, y afectan al entorno terrestre y marítimo.

Cruceros más sostenibles, pero poco

Leyendo esto, solo cabe preguntarse de qué hablan las compañías de cruceros cuando nos cuentan que están esforzándose para ser cada día más sostenibles.

Costa Cruceros, por ejemplo, anuncia en su web, que en algunos de sus buques se utiliza como combustible el gas natural licuado (GNL), capaz de eliminar el 100 % de las emisiones óxidos de azufre, el 85 % de las de óxidos de nitrógeno y el el 20 % de las de CO2.

Un sistema que también han adaptado en Royal Caribbean, una de las compañías de cruceros más grandes del mundo.

Terraza Crucero
Christina Victoria Craft - Unsplash

En el Puerto de Málaga van a electrificar los muelles, para que al llegar los barcos apaguen los motores auxiliares y contaminen menos. Un proyecto con muy buenas intenciones, que habrá que ver cómo se materializa, ya que las exigencias de potencia que requiere son muy altas y el presupuesto es algo limitado. Si todo va bien, es probable que lo comprobemos antes en Bilbao, que tiene previsto electrificar sus muelles con líneas regulares en 2026, con una inversión de 200 millones de euros.

La congestión turística tiene un precio

Algunos ayuntamientos aplican ecotasas a los cruceristas, que no sirven para rebajar las visitas, pero sí para recaudar. El propósito, se supone, es invertir ese dinero en políticas sostenibles. A pesar de que, en Barcelona, la ciudad donde más ha aumentado esta cuota, el presidente de la CLIA (Cruise Lines International Association) en España, se ha quejado de la falta de transparencia al respecto.

Los cruceristas son el 4,1 % de visitantes de la Ciudad Condal y dejan el 13 % de la tasa turística. La Universidad de Barcelona, en el informe citado anteriormente, estima que lo que recaudará el Ayuntamiento de los cruceristas, se va a multiplicar por seis entre 2019 y 2023-2024, hasta alcanzar los 8 y 9 millones de euros, respectivamente.

Cantidades que los ecologistas no ven con buenos ojos, ya que consideran que se toman más bien como un permiso pagado para contaminar.

Por cierto, nadie duda de que algunas zonas de Barcelona sufren las consecuencias de un exceso de turistas, pero con un 4,1 % del total, es difícil sostener que los cruceros son los responsables. Esta es la reivindicación que tiene más lagunas, con todo, no falta quien también cuestiona las relacionadas con el medio ambiente.

Crucero Puerto Barcelona
Kristijan Arsov - Unsplash

Por su parte, la CLIA se defiende de las acusaciones de acabar con el planeta, indicando que sus actividades son solo responsables del 0,7 % de las emisiones de óxido de nitrógeno y el 0,16 % de las partículas en suspensión, lo que significa que han conseguido una reducción del 10 % respecto al 2016. Y calculan que el 35 % de los cruceros que lleguen al puerto de Barcelona en 2023 utilizarán gas natural licuado.

Mientras, Catalunya prevé recaudar 9,7 millones de euros con el impuesto a la polución de los grandes barcos, para 2023, y 34 millones en 2026, ya que irá aumentando cada año.

Todos ganan y algunos mienten, lo difícil es saber quiénes. Aun así parece que hay un poco de esperanza, respecto a que un día los cruceros sean menos perjudiciales. Hasta que llegue ese momento, la pregunta de siempre, ¿economía o medioambiente? ¿Qué es peor, ir de crucero o no hacerlo? ¿Turistas o residentes? Sigo sin tener una respuesta.

Eso sí, para quien quiera quitarse las ganas de navegar, no hay mejor remedio que leer la novela “Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer”, de David Foster Wallace, un pionero en esto de detestar los cruceros, por razones completamente distintas:

“He oído a americanos adultos y boyantes preguntar en el mostrador de Atención al Cliente si hay que mojarse para bucear, si el tiro al plato tiene lugar al aire libre, si la tripulación duerme a bordo y a qué hora es el Buffet de Medianoche.”

Ante eso, no hay alternativa, nos bajamos del barco.

Portada | Robert Linder - Unsplash

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