Contando historias para que la experiencia gastronómica sea más memorable
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Contando historias para que la experiencia gastronómica sea más memorable

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Cuando llegamos a cualquier sito, sea una playa, una catedral o un simple mojón en el terreno, todo adquiere una mayor relevancia si descubrimos que historia que subyace al mismo. Nos encantan narrar historias, y que nos narren historias, y solo a través de las historias podemos conseguir que algo nos alcance emocionalmente. Y que lo recordemos mejor.

Esta idea empieza extrapolarse incluso a las experiencias gastronómicas de los restaurantes. A continuación podéis descubrir algunos de ellos que han incorporado las narrraciones a los platos, para que experimentemos la comida no solo a través del gusto o el olfato, sino de las emociones.

Historia de un plato

Un ejemplo de historia, narrativa o aire storyteller aplicada a una experiencia gastronómica la ofrece el Eleven Madison Park, en Nueva York. En este restaurante han estado trabajando en la introducción de un truco de naipes como parte del servicio de postres. Así, por ejemplo, un sorbete se prendía en llamas cuando el camarero chasqueaba los dedos.

Además del truco, el fuego chisporrotea a continuación alrededor del sorbete, produciendo un cálido aroma de whisky y cuero capaz de transportarte a una cabaña de caza escocesa en Navidad. O algo así. Eso sí, preparad el bolsillo: el precio puede superar los mil euros.

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También al Alinea de Chicago, o el Mugaritz y Arzak en España, están experimentando con las narraciones en los platos. El epítome de todo ello seguramente sea el restaurante The Fat Duck, en Londres, que hilvana mucho de sus platos usando Alicia en el país de las maravillas. Por ejemplo, la fiesta del té del Sombrerero Loco ha salido directamente de las páginas de la obra de Lewis Carroll. Como abunda en ello Charles Spence en su libro Gastrofísica:

Cuando el restaurante reabrió sus puertas a finales de 2015 (después de una remodelación), Blumenthal se dirigió a Lee Hall, el guionista de la película Billy Elliot, para que le ayudara a engarzar el menú en una historia, lo que significa que "ahora, el menú será una historia. Tendrá una introducción y varios capítulos y los encabezamientos de cada capítulo apuntarán a lo que está por venir".

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El éxito de estas propuestas está derivando hacia que la cena ya no consiste en comer mirando un espectáculo, sino que la cena sea el propio espectáculo. Así, por ejemplo, las cenas que ofrece Madeleines Madteater en Copenhague suelen describirse como un teatro gastronómico experimental libre.

De esta manera, te sientes comensal, espectador y actor, todo en uno; una tendencia pujante, según concluye Spence:

A medida que las cenas se vuelven más teatrales y espectaculares, lo más natural es que el restaurante también parezca un teatro.

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