Porto Alegre: la ciudad que dejó de ser un caos para convertirse en un lugar seguro (sin intervención política)

Porto Alegre: la ciudad que dejó de ser un caos para convertirse en un lugar seguro (sin intervención política)
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Si viajamos a Brasil, a todos nos suena Río y Sao Paulo. Y las enormes extensiones de favelas, que para la mayoría son lugares oscuros y peligrosos que incluso atraen a los adictos al turismo negro: algunas agencias venden hasta paquetes de narcoturismo, para conocer el tema a fondo.

Sin embargo, a pesar de que es la cuarta área metropolitana más extensa de Brasil, seguro muchos nunca habían oído hablar de Porto Alegre. Tal vez porque Porto Alegre no genera tantas noticias en la prensa de sucesos. Pero Porto Alegre no sólo debería atraer vuestra atención por lo que ofrece, sino, sobre todo, por la historia que hay detrás de su transformación, en plan metaformofisis, de crisálida ponzoñosa a mariposa bella y armónica.

Al principio, Porto Alegre estaba condenada al fracaso, como sucede con muchas ciudades que crecen demasiado deprisa. Para que os hagáis una idea, entre 1959 y 1980, Porto Alegre casi cuadruplicó su tamaño. Imaginaos que tenéis 15 años y vuestra ciudad mide 10 km. Al cumplir 35, vuestra ciudad ya mide 40 km. Como si un virus mutagénico la hubiera hecho agigantarse, como Godzilla.

Pero crecer monstruosamente crea monstruos. En primer lugar, el desarrollo de las infraestructuras de la ciudad no alcanzaba a seguir el ritmo de la población, originándose así grandes bolsas de comunidades desfavorecidas que carecían de servicios básicos. En 1980, por ejemplo, casi 1 millón de personas vivía en chabolas. Repitámoslo: 1.000.000 de personas viviendo sin agua potable o servicio de recogida de basuras. En 1989, ni siquiera la mitad de la población de Porto Alegre tenía acceso al sistema de alcantarillado.

Los recursos, además, se repartían desigualmente, pues el gobierno local era corrupto e incompetente.

Autogobernándose

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Tal y como sucede hoy en día en países como España, donde la gente está empezando de pensar que, al introducir una papeleta el día de votaciones, no significa necesariamente que ya estemos en plena democracia, la mayoría de los ciudadanos de Porto Alegre se veían totalmente desamparados. De modo que iniciaron un experimento: total, peor no podían estar. Los brasileños lo llamaron orçamento participativo.

Los ciudadanos de Porto Alegre decidieron autogobernarse, en vez de depositar sus destinos en las manos de los cargos electos. Ellos serían los que decidirían cómo gastar el dinero de los contribuyentes, porque eran ellos los que estaban sufriendo los problemas financiación de Porto Alegre.

Pero no todo era tan caótico como cabe suponer. Las 16 regiones de Porto Alegre celebraron, anualmente, asambleas generales en las que se repasaban los resultados de las inversiones del año anterior, planteándose así nuevos proyectos. Y la cosa no acaba aquí, tal como explica Steven Johnson en Futuro perfecto:

A esas asambleas generales le sigue una serie de reuniones de barrio más reducidas, en las que los vecinos pueden debatir las prioridades de los presupuestos del nuevo año. En junio, se crean grupos temáticos para tratar temas en especial: recogida de basuras, regulaciones de urbanismo, salud pública y demás. Cada región reúne luego todas las sugerencias de los grupos vecinales para formar un ranking unificado de prioridades cara al presupuesto. Después, un consejo municipal del presupuesto, que abarca toda la ciudad, con representantes elegidos por cada región, reparte los recursos basándose directamente en las peticiones regionales. Los fondos que recibe cada región se apoyan en dos criterios principales: la población total, y la calidad de las infraestructuras y demás recursos ciudadanos de los que dispone la comunidad en ese momento. Cuanto más pobre sea la región, mayor será su porción del presupuesto anual.

Resultados: en 7 años, el 95 % de la ciudad tenía acceso al sistema de alcantarillado. La corrupción casi desapareció. Las favelas incrementaron la calidad de vida. Hasta 1989, solo se asfaltaban al año cuatro kilómetros de carreteras nueva; a partir de la introducción del nuevo sistema de presupuestos la cifra ascendió a casi 20 kilómetros al año.

Esta clase de organización basada en presupuestos participativos tuvo tanto éxito en Porto Alegre que ha empezado a usarse en muchos otros gobiernos de todo el mundo. De 2000 a 2005, en Europa los presupuestos participativos pasaron de 6 a 55. Aproximadamente el 10 % de los presupuestos municipales en España ya se reparten siguiendo el modelo introducido por Porto Alegre.

Tenedlo en cuenta la próxima vez que visitéis Porto Alegre.

Fotos | Wikipedia

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