Mi viaje a la Antártida, el peligro domesticado por el turismo
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Mi viaje a la Antártida, el peligro domesticado por el turismo

«Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito». A este anuncio del Times respondieron 5.000 aspirantes; solo 27 fueron elegidos por el irlandés Ernest Shackleton para emprender el 8 de agosto de 1914 su viaje al Polo Sur a bordo del “Endurance”. No consiguieron acercarse al continente antártico, aunque pudieron regresar a Londres con vida un año después. Transcurrido poco más de un siglo, esa Antártida indómita de Shackleton se ha convertido en un destino turístico.

De hecho, hace unos días se anunció la apertura, el año que viene, de vuelos comerciales regulares entre Ushuaia y la Base Antártica Marambio argentina.

Ushuaia, puerto de partida

Puerto Ushuaia

Para llegar a la Antártida hay distintos puertos de partida. Los más comunes son Ushuaia, en Argentina, y Puerto Stanley, en las Islas Falkland. Nosotros salimos de Ushuaia; casi ciudad, todavía pueblo, está ubicada en el extremo sur de Tierra de Fuego. Si la salida no es inmediata, hay varios lugares que se pueden visitar. Propongo dos extremos y una sugerencia intermedia: para aquellos que busquen naturaleza, es muy recomendable ver el Parque Nacional Tierra del Fuego; para aquellos que busquen algo de historia, se puede visitar la cárcel de Ushuaia.

Se construyó a principios del siglo XX por los mismos presos que llegaron a ocuparla. Hoy todavía se conserva una de las alas de la prisión como testimonio mudo de aquellos que habitaron sus umbrías y gélidas celdas; también se puede visitar el Museo Marítimo en las mismas instalaciones, más convencional. La sugerencia intermedia tiene que ver con aquellos que tengan interés científico. Ushuaia es la sede del CADIC (Centro Austral de Investigaciones Científicas), punto de partida de muchos de los trabajos científicos que se realizan en la Antártida.

De visita en los hielos

Al cabo de unos cuantos días de paseos por las calles de Ushuaia tomamos el barco que nos llevaría a través de uno de los mares más tormentosos de la tierra. Ahora entiendo porqué se dice que sólo aquel que haya navegado (y superado la travesía) en el Paso de Drake se puede considerar un verdadero marino. Todavía me pregunto cómo el barco no se puso del revés con tanto movimiento.

Iceberg 1

Para aquellos inconscientes que os atreváis a surcar esas aguas, sabed que tres corrientes confluyen bajo vuestros inestables pies, las de los océanos Pacífico, Atlántico y Antártico. Una maraca se mueve menos. Fueron dos días de navegación a base de manzanas y Biodramina hasta tocar territorio antártico, en las Islas Shetland. Unas islas que salpican la costa norte de la península antártica, al norte del continente blanco. Cuando ves los primeros trozos de hielo transformarse en montañas flotantes, sientes una dicha extrema que te hace olvidar de manera instantánea el terremoto acuático que has vivido hace apenas unas pocas horas.

El Paso de Drake es uno de los lugares más peligrosos del mundo para la navegación, y es la puerta a la Antártida

Nuestro itinerario se dividió en dos partes, la insular y la continental. Tu vida transcurre en el barco con visitas diarias a distintos lugares. ¿Qué se visita en la Antártida? A parte del magnífico entorno natural que se mete hasta en los sueños, la mayor parte de las visitas se concentra en las bases militares. La Antártida es un territorio internacional dedicado a la ciencia, así que sus únicos y verdaderos habitantes (humanos) son los científicos que cuentan con el apoyo logístico de los militares.

Las bases están organizadas por países. España, por ejemplo, tiene dos bases en la Antártida: Juan Carlos I y Gabriel de Castilla. Nuestro viaje transcurrió al final del verano antártico, por lo que muchas de las bases ya estaban dormidas o sólo estaban ocupadas por militares; los científicos ya habían regresado a sus respectivos destinos. Nuestro barco nos permitió visitar las bases de Frei y Videla (chilena), Bellingshausen (rusa), Vernadsky (ucraniana) y la española Gabriel de Castilla en la isla Decepción.

Un territorio aún virgen

Pinguinos 2

Al margen de las visitas a las bases, hubo varias excursiones en zodiac y numerosas visitas a playas heladas. Semejantes a cumbres de montañas, son el hogar de pingüinos y leopardos marinos, y es aquí donde el entorno empieza a transformar al viajero. Las bases son obra de hombres, pero cuando bajas del barco y empiezas a pasear por estas playas pedregosas, te sientes como un intruso maravillado en este paisaje silencioso. Creo que en la tierra existen ambientes extremos, totalmente vírgenes, donde el hombre sólo debería escuchar. Se me ocurren, por ejemplo, la selva, los desiertos, la cumbre de una montaña, una playa remota o el cráter de un volcán. La Antártida combina muchos de ellos al mismo tiempo.

Sonidos irrepetibles que se completan con el sonido de trueno de los glaciares rompiéndose en algún lado. Cuando esto sucede, se produce una doble reacción: por un lado, miras al horizonte y buscas el origen del sonido; por otro, el instinto te hace mirar irremediablemente al suelo que pisas, para ver si sigue allí. Si a esta sinfonía natural, profunda y primitiva, le añades el eco de los seres vivos que la habitan, su riqueza se multiplica. Las ballenas con sus soplidos espumosos, los bramidos incansables de los pingüinos o los cantos ahogados de las focas. Y lo mejor de todo, el silencio. Hay muchas razones por las que me gustaría volver, pero entre todas ellas hay una que me atrae especialmente, aquí se puede escuchar el silencio.

Islas

Mirando hacia atrás, hubiera querido ser un poco más exploradora, pasar un poquito más de frío, hacer más equilibrios en las piedras para llegar hasta los nidos de escúas, dar un par de botes más en las zodiacs, subir otra colina de nieve, ponerme otra vez las botas para visitar una nueva base... Las fotos que ahora veo me parecen de otro mundo, espejismos. Las experiencias vividas empiezan a tener la consistencia del sueño. Sin embargo, aunque las imágenes se desdibujen, queda una extraña sensación de alegría desconocida, de nueva energía, de espíritu de aventura.

¿Cinco días de Antártida son suficientes para transformar a una persona y volverla del revés? No, pero admito que lo que vi fue suficiente para darme cuenta de que una estancia más prolongada sí que podría producir algún cambio. Empiezas a encontrar cierto sentido a esas hazañas épicas de aquellos que dieron sus primeros pasos en este continente, (el capitán británico James Cook, el cazador de focas norteamericano John Davis o los expedicionarios Robert Scott y Roald Amundsen). Antes de ir, no podía sino preguntarme el porqué de esos viajes imposibles, volver una y otra vez a una tierra que se confabula para ¡liquidarte! Hay muchos locos en la historia de la Antártida. Creo que he pisado tierra de héroes.

Imágenes | Elaboración propia, David Stanley
En Diario del Viajero | Un viaje de tres minutos para llegar a la Antártida

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