Teletrabajar ofrece muchas posibilidades, entre ellas la de vivir donde quieras, siempre que el sueldo te lo permita. Hay unos 35 millones de nómadas digitales en el mundo, de los cuales, casi 17 millones proceden de Estados Unidos. Y el 69% tiene unos ingresos anuales entre 50.000 y 250.000 dólares, que dan para optar a destinos muy diversos.
España es uno de sus países elegidos, con algunos lugares consolidados como Barcelona o las Islas Canarias. Pero una ciudad está destacando más en estos últimos cinco años. Se trata de Palma de Mallorca que, según los datos de Nomad List, ha aumentado su número de trabajadores remotos en un 292 %.
Un paraíso para los que vienen de fuera que, sin embargo, se está convirtiendo en el infierno de los locales cuando buscan un piso de alquiler. Así es la experiencia de unos y otros.
Viviendo el sueño mediterráneo
Los turistas ingleses y alemanes son Mallorca lovers desde hace mucho tiempo, y ahora, los nómadas digitales de todas las nacionalidades se han sumado a esta pasión.
Algunas de las ventajas que los atraen son muy evidentes:
- Un entorno natural privilegiado, con playas de aguas cristalinas color turquesa.
- Una gastronomía excelente y acceso a productos frescos de alta calidad.
- Buena conectividad y disponibilidad de centros de negocios y coworking.
- Rutas de avión sencillas de completar. Por ejemplo, desde hace unos meses, hay vuelos directos desde Nueva York a Mallorca.
A estas cualidades se unen, entre otras, los incentivos fiscales, la seguridad, un clima amable, la facilidad para conocer gente y usar el inglés en el día a día, y una amplia oferta cultural. En resumen, lo que entendemos como auténtica calidad de vida.
Estiman que necesitan unos 2.959 dólares al mes para cubrir sus gastos básicos. Aunque esta cifra es, junto con el frío del invierno, lo que menos les gusta de Palma de Mallorca, ya que la consideran una ciudad cara, en comparación con otros destinos de trabajo remoto.
No les falta razón, es cara, pero cuando hablamos de encontrar una vivienda, lo que a ellos les supone gastar un poco más, para muchos españoles es sinónimo de precios prohibitivos.
Alquileres astronómicos, sin solución a la vista
Baleares ha terminado febrero con una subida en los alquileres del 26 %, situándolos en los más caros de toda su historia. En Palma de Mallorca el precio medio mensual está en 15 € el metro cuadrado, aunque en algunos barrios, como el de Nou Llevant, la renta puede llegar a 4.000 euros al mes, por un piso de 150 metros.
El salario medio en España ronda los 2.000 euros, y lo recomendable es destinar un 30 % para pagar la vivienda, es decir, unos 600 €. Pues, a día de hoy, en Idealista, no hay ni un piso que tenga un precio igual o inferior a esta cifra. Y solo uno de 45 m2 (en Son Sardina), por 650 €.
El crecimiento en la demanda (el 27,8 % extranjera), y la escasez de oferta, son claves para unas subidas que no parecen tener límites. Palma está dentro de una isla, y el terreno es el que hay, no se puede extender más.
A esto se suma la competencia de los apartamentos vacacionales, aunque el Ayuntamiento ya les ha puesto coto, prohibiendo los alquileres turísticos en viviendas plurifamiliares. El Gobierno Balear también ha intentado fijar un tope a los precios del alquiler de larga duración, pero el Congreso de los Diputados acaba de rechazar la propuesta.
Otro intento fallido, como el de la limitación a la compra de casas para los no residentes, que fue desestimado por chocar con el derecho de los ciudadanos europeos a adquirir segundas viviendas en cualquier Estado de la Unión.
Estamos ante un problema muy complejo, que no parece tener remedio a corto plazo. Por otra parte, tampoco podemos olvidar que los residentes extranjeros son una fuente de ingresos imprescindible en Baleares. No hay datos específicos sobre los nómadas digitales, pero, en 2022, solo los turistas internacionales, dejaron nada menos que 15.219,9 millones en las islas.
Cada vez es más urgente encontrar un equilibrio para que el éxito de Palma de Mallorca entre los viajeros, y las necesidades de sus habitantes fijos, puedan convivir sin agredirse. Pero, ¿cómo se consigue eso? Ojalá tuviéramos una respuesta.
Portada | L’Odyssée Belle - Unsplash