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"Ojos del Diablo": la ruta senderista donde el premio es la vista más impresionante de la costa cantábrica

Allí te encuentras con dos arcos gigantes de roca, como unas "gafas naturales" a través de los cuales divisas un escenario espectacular

Ojos Del Diablo
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Liliana Guerra

Para que un paraje lleve un nombre como Los Ojos del Diablo, algo enigmático debe esconder el entorno que lo alberga. Y así es: este enclave, considerado uno de los más sobrecogedores del litoral cántabro, combina la fuerza del mar con la majestuosidad de la montaña. Sus paredes de casi quinientos metros de altura se desploman directamente sobre el Cantábrico, ofreciendo unas vistas capaces de dejar sin palabras hasta al viajero más experimentado. Si te apasiona el senderismo y visitas la costa norte, esta es una ruta que debes hacer al menos una vez en la vida.

Entre los municipios de Liendo y Castro Urdiales, esta formación rocosa (también conocidos como Arcos de Llanegro), es una de esas joyas naturales que parecen creadas para el asombro. Desde el primer paso, el paisaje anuncia lo que viene: dos arcos gigantes de roca, como unas "gafas naturales", enmarcan un escenario espectacular: acantilados imponentes, praderas que se precipitan hacia el abismo y un océano que brama al fondo.

El sendero serpentea por el entorno del Monte Candina, un macizo calizo que se alza hasta rozar los 470 metros de altitud. La ruta combina tramos de bosque atlántico con zonas abiertas y pedregosas que funcionan como miradores naturales. No es una caminata larga, pero sí lo bastante exigente para tomársela con calma y disfrutar de cada parada. Aquí el tiempo no se mide en minutos, sino en miradas.

Cómo llegar a los Ojos del Diablo y qué esperar del recorrido

La ruta comienza cerca de Sonabia, una pequeña localidad costera a la que se accede desde la autovía A-8, tomando la salida 160 y continuando por la N-634. Desde el aparcamiento junto a la playa parte un sendero visible que se adentra en el monte. El recorrido puede hacerse de forma circular o lineal, con una distancia que oscila entre 5 y 8 kilómetros y un desnivel de unos 400 metros. A ritmo tranquilo, el trayecto suele completarse en dos horas, tiempo suficiente para detenerse a contemplar el paisaje o hacer alguna foto.

Durante la subida se atraviesan zonas de roca caliza y praderas donde el terreno puede volverse resbaladizo, especialmente tras la lluvia. Es recomendable llevar calzado de montaña, agua y una prenda de abrigo, ya que la brisa marina puede sorprender incluso en los días soleados. Al alcanzar la cresta, el esfuerzo se ve recompensado: ante los ojos aparecen los dos arcos naturales que dan nombre al lugar, abriéndose al infinito azul del Cantábrico. El contraste entre la roca blanca, el verde intenso del monte y el mar en movimiento es una imagen difícil de borrar.

Además del paisaje, este rincón guarda un detalle fascinante: aquí se encuentra la colonia de buitres leonados más cercana al mar de toda Europa. Verlos planear sobre los acantilados, aprovechando las corrientes del viento norte, es un espectáculo en sí mismo. El entorno, prácticamente virgen, conserva ese silencio raro y puro que solo se encuentra en los lugares donde la naturaleza sigue mandando.

El mejor momento para recorrer los Ojos del Diablo es primavera u otoño, cuando la luz realza los contrastes del paisaje y las temperaturas son más suaves. En verano conviene madrugar para evitar el calor y la afluencia de visitantes, mientras que el invierno, si el tiempo lo permite, ofrece una versión más salvaje y dramática del lugar, con el mar embravecido rugiendo bajo los acantilados.

Imagen | Wikimedia


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