La alucinante historia de la abuela que se convirtió en la primera persona en dar la vuelta al mundo corriendo

La alucinante historia de la abuela que se convirtió en la primera persona en dar la vuelta al mundo corriendo
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Bienvenidos a la historia de la abuela ‘Forrest Gump’, una sexagenaria que un día salió de su casita en Gales, empezó a correr, y 1.789 días después volvió a llegar hasta su puerta. Había dado la vuelta completa al mundo. Nada menos que 32.000 kilómetros. Necesitó 53 pares de zapatillas de deporte, porque literalmente se destruían después de tantas horas corriendo.

No sé a vosotros, pero a mí, cuando salgo de casa a pesar o a pedalear, a veces me sobreviene el deseo un poco peterpanesco de no parar, de seguir adelante, siempre con el horizonte delante, y comprobar hasta dónde sería capaz de llegar. A veces me imagino que avanzo y avanzo hasta que se acaba la tierra. Sin embargo, Rosie Swale-Pope, que así se llama la abuelita de marras, cumplió mi deseo infantil y lo llevó hasta sus últimas consecuencias.

Siempre he dicho que una de las mejores formas de ver mundo pasa por hacerlo a una velocidad adecuada. Quizás la que desarrollas sobre una bicicleta, o corriendo a un ritmo constante. Es la mejor forma de verlo todo, e incluso pararte a hablar con la gente, sin que el viaje se haga eterno. Cuando circulas en coche o moto las cosas pasan tan rápido que casi parece que estás viendo un documental sentado en el sofá de casa.

Así lo entendió Rosie, que en 2003 emprendió su carrera para recaudar fondos para una ONG después de que su marido falleciera. Lo que le permitió no sólo ver el mundo al ritmo adecuado, sino descubrir muchísimas cosas de las personas, los animales, los bosques, e incluso de ella misma.

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En el libro Las grandes preguntas de los niños y las sencillas respuestas de los grandes expertos, la propia Rosie explica algunas anécdotas de su periplo:

También conocí a personas muy especiales. EN TODAS PARTES. Como aquel hombre, en Rusia, que me aterrorizó: empezó a correr hacia mí blandiendo un hacha y cuando llegó me dio pan, con toda la amabilidad del mundo. Se llamaba Alexéi, era leñador y pensó que seguro que tenía hambre. O como los niños de la Montaña Blanca de Alaska, que me regalaron un banderín precioso que habían hecho, antes de que reanudara mi camino hacia otros mil kilómetros de bosque. Su maestra me dijo: “Le hemos puesto tu nombre a una estrella. Cuando miremos al cielo por la noche, pensaremos en ti.

Rosie abandonó su casa, en Tenby, Gales, e imprimió su huella en la baldosa. Al regresar de nuevo a su casa, imprimió su huella de llegada. Así ambas huellas están juntas, aunque entre la una y la otra haya más de 32.000 kilómetros de aventuras.

Pisó Europa, Asia, Norteamérica, Groenlandia e Islandia. Siempre iba empujando un carrito con ruedas, donde llevaba sus pertenencias. Durante su viaje, le propusieron matrimonio en 29 ocasiones. Sufrió dos fracturas por fatiga. Tuvo que ser rescatada por la policía de Alaska tras sufrir la congelación de un dedo del pie.

Esta británica de 61 años llevó a cabo su hazaña en 2008, y pretende que su gesta quede registrada en el Libro Guinness de los Récords como la primera mujer en dar la vuelta al mundo a pie. Su primera aventura, sin embargo, fue en la década de 1970, cuando dio también la vuelta al mundo en yate.

Sin duda, un relato inspirador que, acaso, también puede ser una estupenda manera de hacer turismo. Por ejemplo, visitar una ciudad a ritmo de footing puede ser una forma de ver más cosas en menos tiempo. E incluso ya se ha convertido en una forma de visitar lugares de forma más o menos oficial, pues ya tiene un nombre: el sightjogging (ver monumentos corriendo). La propuesta une turismo con deporte, salud y celeridad. Ya hay varias ciudades que ofrecen este servicio, como Berlín, o algunas ciudades de EEUU como Chicago, San Diego o Washington.

En Diario del viajero | Correr, otra forma de ver mundo: 50.000 km a pie, un corredor de 100 años y footing para ver monumentos Fotos | Wikipedia

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