Tíbet (V): Camino del Everest

Tíbet (V): Camino del Everest
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No es solo vivir la emoción de sentarte al pie de la cumbre más alta del planeta; es también experimentar la falta de oxígeno, el frío, imaginar el sufrimiento y la dureza del ascenso, sentirte pequeño ante el mundo. La belleza rocosa de aquel páramo fronterizo es inigualable por su bastedad, y el camino a seguir para llegar hasta allí es igualmente merecedor de los más sentidos calificativos. Todo belleza, todo grandiosidad, todo naturaleza salvaje. Vamos camino del Everest.

Partiendo desde Lhasa, la mística capital tibetana, emprendemos la marcha hacia la cumbre más alta del planeta con sus 8.848 metros de altura sobre el nivel del mar. Se encuentra en la cordillera del Himalaya, escoltada muy de cerca por otros cuatro ochomiles (Lhotse, Makalu, Cho Oyu y Shisha Pangma), que constituyen una colosal frontera natural entre Tíbet (China) y Nepal. Llamado por los tibetanos Qomolangma y por los nepalíes Sagarmatha, es uno de esos lugares a los que todo aventurero que se precie sueña con ir al menos una vez.

Pero antes de alcanzar el Campamento Base del Everest es necesario recorrer un largo y duro, muy duro, camino desde Lhasa. Al abandonar la capital tibetana empiezan las curvas, subidas y bajadas de la Friendship Highway, 600 kilómetros a los que hay que sumarle unos 100 más si te desvías para visitar Gyantse y el Lago Yamdrok. Después pasarás por Shigatse, y como último punto de interés antes del Monte Everest encontrarás el monasterio a más altura del mundo: el Monasterio Rongbuk, a 4.980 metros. No esperes una gran autovía pese a llamarse Highway, ya que a fecha de 2012 había tramos sin asfaltar o terriblemente bacheados, lo que hace extremadamente recomendable circular en vehículos todo terreno.

El lago Yamdrok se sitúa a 100 kilómetros de Lhasa, tras superar el paso Kambala con sus 4.794 metros de altura, que supone un punto privilegiado para tomar excelentes fotografías del propio lago. Éste yace a 4.441 metros de altitud y se trata de uno de los cuatro lagos sagrados de Tíbet, siendo habitual encontrarse peregrinos acudiendo a sus orillas. El rápido ascenso desde Lhasa hasta allí suele provocar en muchos viajeros mareos, dolor de cabeza y vómitos. El mal de altura.

Yamdrok
Lago Yamdrok, con algunos yaks encantados de posar para la foto

Gyantse es un pueblo dominado por un impresionante fuerte del año 1390 recientemente reconstruído, y anclado de lo alto de un sobresaliente peñisco que pareciera haber sido puesto en el lugar a propósito. Igualmente espectacular, si no más, es el Monasterio Pelkhor Chöde, rodeado por murallas de un rojo intenso y una gran variedad de edificios marcadamente tibetanos. Fundado en 1418, aún contiene murales y estatuas de gran valor religioso y artístico. Es uno de los pocos lugares que se han mantenido a salvo de la influencia/destrucción china.

Gyantse
Monasterio Pelkhor Chöde, Gyantse

Shigatse es la segunda ciudad más grande de Tíbet, y gran parte de la misma ha sucumbido ya a la modernidad China. El punto de mayor interés es el Monasterio Tashilhunpo. Dicho monasterio es el cuartel general de los Panchen Lamas, segundos en orden jerárquico en Tíbet tras el Dalai Lama. Es uno de los cuatro más importantes de Tíbet, junto con los de Ganden, Sera y Drepung, situados en Lhasa. En el interior de esta pequeña ciudad monástica están guardadas reliquias de incalculable valor, como la tumba de oro del décimo Panchen Lama o la estatua del Buda Jampa de 27 metros de altura.

Shigatse
Monasterio Tashilhunpo, Shigatse

Tras dejar Shigatse la carretera sube hasta dejar atrás el Paso Gyatso La, a nada más y nada menos que 5.260 metros de altitud, y más adelante existe un mirador donde se pueden admirar los cinco ochomiles de la zona, exhibiendo una postal inolvidable (que, de hecho, aparece fotografiada en el ticket de entrada al parque natural, que ya habrás tenido que pagar y atesorarás en tu poder a esas alturas, nunca mejor dicho). Aquí es donde la carretera se hace más enrevesada y polvorienta, amenazando con marear al estómago más entero. Tras esto, pasarás junto al mítico Monasterio Rongbuk y, poco más allá, vislumbrarás ya la cima del Everest (con suerte de que no esté nublado, claro). Pocas veces he sentido tal mezcla de emociones: ¡adrenalina a tope, malestar físico, deseos por continuar allí y ansiedad por volver a bajar y volver a la normalidad! ¡Todo en uno!

Para poder entrar en el Campo Base del Everest (CBE) se necesita de un permiso militar especial, además del permiso exigido para poder entrar en Tíbet, que te será pedido en un puesto de control militar situado en la carretera que lleva al Everest. Es factible pasar la noche en unas tiendas habilitadas unos doscientos metros más abajo del CBE, aunque nadie te asegura que vayas a poder conciliar el sueño. Resulta extenuante permanecer en aquellas altitudes, demasiado como para dormir tranquilo. No obstante, el poder salir a mirar el cielo estrellado en mitad de la noche y ver el Everest con la luz del amanecer, son premios que bien merecen el esfuerzo.

Mi consejo, ir entre finales de Abril y principios de Junio o de principios de Septiembre a mediados de Octubre, pues el clima ya empieza a ser agradable (hará frío de noche, pero no nos quejemos: estamos en el Himalaya), y con un poco de suerte disfrutarás de cielos más claros para poder divisar el Everest con nitidez. La cantidad de turistas también será mucho menor, lo cual puede repercutir en encontrar mejores oportunidades de alojamiento, mejores precios en transporte, y mayores dosis de inmersión cultural y espiritual a lo largo de todo el camino.

Fotos | Juan Alberto En Diario del Viajero | Tíbet (I): cómo organizar tu viaje En Diario del Viajero | Tíbet (II): El tren Transtibetano En Diario del Viajero | Tíbet (III): Lhasa En Diario del Viajero | Tíbet (IV): Los tres monasterios tibetanos más importantes En Diario del Viajero | Trekking al Campo Base del Everest

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