En este Parador puedes dormir en un castillo de cuento. Solo si te atreves a convivir con su fantasma más famoso

El Parador mantiene viva una historia de amor fallida gracias a una estancia muy particular: la habitación 712

Parador Cardona
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Liliana Guerra

Pocos lugares reflejan tan bien la esencia de nuestra historia como los Paradores de España, auténticos guardianes del tiempo donde el pasado y el presente dialogan hasta hacer que quienes los visitan se sientan parte de las historias que encierran sus muros. Antiguos monasterios, palacios, fortalezas y conventos convertidos en refugios de descanso han sabido conservar su alma y su carácter, ofreciendo una forma única de viajar y por eso se han convertido en uno de los mayores orgullos turísticos de nuestro país. Pero hay uno que brilla con luz propia por su magnetismo, su belleza… y una historia que eriza la piel.

En el corazón de Cataluña, sobre un cerro que domina el valle del río Cardener, se levanta una de las fortalezas medievales más imponentes de la península. Desde lejos parece un decorado de película, pero al acercarte, te adentras en un escenario real: muros centenarios, una iglesia románica, pasadizos y salones que han sido testigos de batallas, festines y secretos. Hoy, esa joya del siglo IX acoge el Parador de Cardona, un hotel único que combina historia, romanticismo y un toque de misterio. Dormir aquí no es solo viajar al pasado: es sentirse parte de una leyenda.

El castillo fue construido en tiempos del conde Wifredo el Velloso (o Guifré el Pilós), y durante siglos perteneció a los poderosos duques de Cardona, conocidos como "los reyes sin corona" por su enorme influencia en la Corona de Aragón. La fortaleza nunca fue conquistada, y sus muros de piedra, su torre cilíndrica y la iglesia adosada de San Vicente son joyas del románico catalán. Desde sus almenas, las vistas se extienden sobre el paisaje interior de Cataluña, entre campos y la espectacular Montaña de Sal, una mina natural que se puede visitar y que da nombre a la colina donde se asienta el castillo.

La doncella de la Torre Minyona: un amor prohibido y un espíritu que aún habita el castillo

Parador De Cardona Suite

Como toda fortaleza antigua, el castillo de Cardona tiene su propia leyenda. Se cuenta que en el siglo XI, Adalés, hija del señor de Cardona, se enamoró de un joven musulmán prisionero en la fortaleza. Aquel amor imposible desafió las normas de su tiempo y terminó en tragedia: descubiertos por su familia, el joven fue ejecutado y la doncella, encerrada en la torre más alta, llamadasla Torre Minyona, donde acabó muriendo de pena. Desde entonces, dicen que su alma sigue vagando por el castillo, incapaz de abandonar el lugar donde amó por última vez.

El Parador mantiene viva esa historia gracias a una estancia muy particular: la habitación 712. Es, según cuentan empleados y huéspedes, el punto donde se concentran las apariciones de la desdichada Adalés. Golpes inexplicables, luces que se encienden solas, puertas que se abren y una presencia invisible que algunos aseguran haber sentido. Por respeto a la leyenda (y quizá también a la tranquilidad de los huéspedes), la habitación no se incluye en las reservas habituales. Solo puede solicitarse expresamente en el propio hotel, para los más curiosos o valientes que quieran dormir junto a este particular eco del amor eterno.

Parador De Cardona

Más allá del misterio, el Parador de Cardona es un lugar mágico para una escapada romántica. Sus habitaciones conservan la atmósfera medieval con techos abovedados, vigas de madera y ventanales desde los que se contemplan amaneceres dorados sobre el valle. En el antiguo refectorio, hoy restaurante, se sirven platos de la cocina catalana en un ambiente íntimo y cálido, ideal para una cena a la luz de las velas.

Llegar hasta allí es sencillo y el recorrido tiene mucho encanto, ya que dura poco más de una hora de Barcelona y el camino serpentea entre montañas y campos hasta que la silueta del castillo aparece en el horizonte. El casco antiguo de Cardona, con sus calles empedradas y la Montaña de Sal como telón de fondo, completa el viaje. Y al caer la noche, cuando el viento sopla entre las almenas y el silencio se apodera del castillo, no cuesta imaginar que la historia de Adalés aún susurra entre los muros.

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