España es un país con una riqueza arquitectónica inmensa que se extiende mucho más allá de las ciudades más conocidas como Madrid, Barcelona o Sevilla. En cada rincón del país, desde pequeñas aldeas hasta ciudades menos turísticas, se esconden auténticos tesoros arquitectónicos que, a menudo, son desconocidos incluso para muchos de nosotros.
Precisamente en el corazón de Zaragoza, entre frondosos jardines y calles tranquilas, se encuentra una joya que parece sacada de un cuento. Su elegancia modernista y su fachada repleta de detalles exquisitos atraen la mirada de los transeúntes, pero lo que realmente lo distingue es la historia que lo envuelve.
Hablamos del Palacio de Larrinaga, un monumento que representa una historia de amor y devoción que ha trascendido el tiempo, convirtiendo este edificio en un símbolo romántico de la ciudad.
Un palacio que representa el amor eterno
A principios del siglo XX, un exitoso comerciante vizcaíno, Manuel Larrinaga, conoció en una misa a quien sería su esposa, Asunción Clavero. Cuentan que el amor surgió enseguida y que se casaron rápidamente, aunque tras la boda, se establecieron en Liverpool, ciudad donde Larrinaga tenía el centro de sus negocios, y donde nacieron sus tres hijos.
Como Asunción añoraba su tierra, el comerciante quiso expresar su amor eterno a su esposa de una manera extraordinaria. Así nació la idea de construir "Villa Asunción", un majestuoso palacio en su honor. Inspirado por la arquitectura modernista de la época y con la intención de plasmar su afecto en cada rincón, Larrinaga encomendó al arquitecto Félix Navarro en 1901, uno de los más prestigiosos de la época, la creación de un edificio que reflejara tanto el esplendor de su fortuna como la delicadeza de sus sentimientos hacia ella.
El resultado fue un palacio que se alza como un testimonio palpable de ese amor, aunque está lleno de referencias vascas y marineras. Sus columnas, ventanas y ornamentos llevan símbolos ocultos, desde flores hasta figuras mitológicas, que narran en cada rincón esta historia de dedicación y que ensalzan materiales como la cerámica, la piedra y el ladrillo, típicos de la construcción aragonesa. Aunque el objetivo de la pareja era retirarse aquí, ella murió en 1939 y el palacio se puso a la venta en 1942.
A pesar de que el palacio es actualmente de propiedad privada, su valor estético y su aura legendaria lo han transformado en un destino que atrae tanto a locales como a turistas, quienes se acercan para revivir la historia que dio origen a este emblemático lugar.
Cómo visitar el Palacio de Larrinaga
Hoy en día, el Palacio sirve como espacio para la realización de reuniones institucionales y consejos de administración. Aunque el edificio es un destino imprescindible para quienes buscan sumergirse en la historia y el arte de Zaragoza, la única forma de conocer su interior es hacerlo asisitendo a alguno de los conciertos abiertos al público que realiza la Fundación Ibercaja.