Un viaje a Malasia debe incluir siempre una parada en Cameron Highlands. Esta zona de montaña, que toma su nombre del topógrafo británico a quien fue confiada su exploración en 1885, es un privilegiado remanso de paz, clima fresco (que tanto escasea en este país), y sobre todo, unos paisajes de ensueño.
Sí, porque sus kilómetros y kilómetros de colinas tapizadas con plantaciones de té dan lugar a uno de los escenarios más idílicos que uno pueda imaginar. Sólo estar ante ellas merece la pena, pero en Cameron Highlands hay otras actividades que hacer, veamos cuales:
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Visitar alguna de las aldeas habitadas por aborígenes que, a pesar del progreso y la influencia del turismo, subsisten fundamentalmente gracias a la caza, el cultivo, y el trueque entre ellos.
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Hacer un trekking por la selva, tras la pista de alguna cascada, la pestilente Raflessia, o el desaparecido Jim Thompson.
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Visitar sus famosos jardines/granjas de flores, cactus, mariposas, abejas o fresas: esas fresas que con sus brillantes colores llenan las tiendas de souvenirs de Tanah Rata en forma de peluches, sábanas y bolígrafos.
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Alcanzar la cima de algunas de las montañas más altas de la Malasia peninsular, desde donde se disfruta de unas vistas excepcionales de la zona.
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En las inmediaciones, visitar el templo budista de Sam Poh (el cuarto más grande del país) y la mezquita de de Ubidiah
Y, sí: pasear entre algunas de las plantaciones de té más espectaculares que veréis en vuestra vida. Porque si la fama le viene de ahí, es por algo.
Foto | Divya Manian
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