Cinco cosas que no soporto de Londres (V): escupideras con forma de deliciosos pastelitos

Cinco cosas que no soporto de Londres (V): escupideras con forma de deliciosos pastelitos
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Ya en la primera entrega de esta serie de artículos sobre las cosas que no me gustan de Londres os aclaraba que, a nivel gastronómico, la ciudad me parece todo un hallazgo. En Londres se puede comer muy bien, y la variedad disponible es tal que resulta imposible que alguien no encuentre el tipo de comida que le gusta (incluso yo he llegado a encontrar cosas en Reino Unido que difícilmente he encontrado en otros países de Europa, como yogurt de coco pero con trozos de coco).

Sin embargo, los londineses tienen un gravísimo problema con alguna de sus excelencias gastronómicas: son unos guarros.

Me explico. La comida es buenísima, los locales, ya sea un pub, un restaurante o una cafetería, son entrañables y cuidan sus detalles al mínimo. Sin embargo, algo sucede en muchos lugares, incluso en cafeterías finolis o incluso en lugares de alta alcurnia como Recipease, el restaurante, cafetería y escuela de cocina fundada por el chef Jamie Oliver: algunos alimentos se exponen al público sin ningún tipo de protección, pantalla, cristal o envoltorio. A pelo.

expositor restaurante Jamie Oliver
Todo queda a merced de los esputos, los capellanes, los salivazos, tanto intencionados como los fortuitos propios del habla. Ya no digamos de los estornudos, las flemas y demás fluidos. Incluso de los dedos de algún atrevido, los roces de ropa, los pelos. Todo.

Así que imaginaos el percal: a veces tenía delante un muestrario de pastelitos de pinta deliciosa, de bocadillos enormes con pan de centeno y recula, de cookies caseras, de tartas que entran por la vista… y, sin embargo, no dejaba de imaginarme todo eso mullidito de esputos, de capellanes intersticiales, de petequias y otras guarrerías. Como tratar de comer un plato delicioso con cubiertos llenos de mugre.

Tal vez pensaréis que soy un poco remilgado, que lo que no mata alimenta, que a saber lo que se cuece en la trastienda de cualquier establecimiento antes de que expongan esas delicatessen. Tal vez sea una manía mía comer olivas en las que alguien ha estornudado. Tal vez soy raro porque no me gusta comer mocos ajenos.

Pero ya dije que esta lista era de cosas que, de forma personal e intransferible, no me gustaban de Londres. Y eso, indudablemente, me produce asco.

Afortunadamente, en España existen normativas que regulan la exposición de alimentos en los anaqueles, y la legislación no permite la exposición sin protección. Unos mínimos, al menos. Unos mínimos que no provoquen que un expositor de comida sea como esas escupideras que se instalaban en el saloon del viejo Oeste para que los cowboys desalojaran los restos de tabaco masticable.

Y, de regalo, una entrega random extra aquí.

Fotos | Wikipedia En Diario del viajero | 10 cosas que solo podemos hacer en Londres | Inamo: restaurante londinense con mesas interactivas

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