El norte de España es un destino perfecto en cualquier época del año, pero durante el verano se transforma en un auténtico refugio. La brisa atlántica aligera el calor y sus maravillosos espacios naturales, tan variados como sobrecogedores, invitan a desconectar del bullicio y disfrutar de un ritmo más pausado.
Cantabria, en particular, es un territorio generoso en sorpresas: calas escondidas, arenales infinitos y acantilados que parecen pintados a mano hacen de esta región un destino que nunca se agota. Entre esas joyas menos transitadas se encuentra la Playa de Pechón, también conocida como Playa de Amió. Situada en la costa occidental cántabra, muy cerca de la frontera con Asturias y a tan solo un kilómetro del pequeño pueblo de Pechón, este rincón se abre entre las rías de Tina Mayor y Tina Menor.
El paisaje sorprende al primer vistazo: arena fina y dorada, aguas transparentes y, como detalle único, un tómbolo que en marea baja conecta la playa con la pequeña isla del Castril. Una experiencia casi mágica para quienes disfrutan paseando con los pies descalzos mientras el mar se retira.
Playa de Pechón, un monumento natural a la tranquilidad

A diferencia de otros arenales más célebres de Cantabria, aquí no encontrarás chiringuitos, hileras de sombrillas ni aglomeraciones sofocantes. Su carácter virgen y la falta de servicios hacen que el ambiente sea tranquilo y natural, ideal para quienes prefieren una jornada de playa auténtica, sin artificios. Aunque en los días de pleno verano el aparcamiento se llena con facilidad, el entorno conserva su calma, sobre todo si aciertas a visitarla en las primeras horas de la mañana o coincidiendo con la bajamar.
El plan más evidente es darse un baño o estirarse al sol, pero la playa invita a mucho más. El islote del Castril es un reclamo irresistible, y la panorámica desde el mirador que está al final del aparcamiento, ofrece una de las vistas más espectaculares de la costa cántabra. Además, el entorno está lleno de pequeñas calas que merecen una visita, como la salvaje playa de Aramal que se esconde a pocos minutos.
La playa también guarda algunas historias curiosas. Fue reconocida en varias ocasiones como una de las más bellas de España y en sus alrededores aflora la roca más antigua de Cantabria, un guiño a la memoria geológica de la región. En su orilla, además, se recuerda con una sencilla placa a Jesús Castro, exportero del Sporting de Gijón, que perdió la vida en 1993 tras salvar a dos niños y un adulto que estaban siendo arrastrados por la corriente.
Llegar hasta este paraíso resulta sencillo: basta con tomar la A-8 o la N-634 hasta las salidas de Unquera o Pesués y, desde allí, seguir la carretera CA-380 hasta el pueblo de Pechón. Desde el aparcamiento habilitado (que cuesta 3 euros), un sendero corto y señalizado conduce directamente a la arena, regalando en el descenso unas vistas que ya anticipan el espectáculo.
Ver 0 comentarios