Llegar a América desde Asia supone cerrar el círculo de continentes en una
vuelta al mundo en moto. Para arribar al Nuevo Mundo dejando atrás Filipinas elegí Vancouver, en la Columbia Británica de Canadá. ¿Extraño destino para buscar el recuerdo de los
exploradores españoles? Resulta asombrosa la facilidad que tenemos para olvidar lo que hicieron nuestros antepasados. El primer europeo que navegó las aguas que rodean la Isla de Vancouver fue
Juan de Fuca, navegante a las órdenes de Felipe II a finales del siglo
XVI. Nacido griego como Ioannis Foka, proclamó equivocadamente haber hallado el mítico
Estrecho de Anián que uniría por el norte el Pacífico y el Atlántico.
Dos siglos más tarde aparecerían por aquí los españoles de la expedición de Juan José Pérez Hernández en 1774. Le siguió una segunda en 1775 comandada por Juan Francisco de la Bodega y Quadra. El motivo fue la creciente presencia rusa en un territorio que los españoles reclamaban para sí. América entera, desde el cabo de Hornos hasta el extremo norte (dejando aparte Brasil) había sido concedida a España por la bula papal Inter Coetera, de 1493, que dividía el Nuevo Mundo entre España y Portugal. Esa legitimidad vaticana tenía mucho sentido en el siglo XV, pero a finales del XVIII el mundo era muy diferente y la hegemonía naval, militar, política y científica ya la estaban ocupando otras potencias. La puntilla fue la pérdida de Cuba y Filipinas. Una joven nación llamada Estados Unidos estrenó su arrogancia internacional contra una débil España, incapaz ya de proteger grandeza alguna ni ganar otras guerras que no fueran contra sí misma.